. iVenir a
perturbar con sus patas inmundas una fiesta de alta intelectualidad!...
Un hermoso oficial de la Guardia salto, espada en mano, por encima de
las sillas, y aproximandose a una de las ventanas tiro una estocada a la
pierna del gigante.
Gillespie, que estaba medio dormido, desperto sobresaltadamente. Levanto
una de las piernas hasta poner la rotula a la altura da su pecho y se
rasco con ambas manos la picazon que sentia en la pantorrilla. Luego
dejo caer la pierna otra vez, y esta, como si obedeciese a un poder
diabolico enemigo de Momaren, volvio a cerrar hermeticamente la ventana.
Rugio de colera la concurrencia, viendo en esto un nuevo insulto para
todos. El Hombre-Montana queria burlarse de ellos.
Los militares, deseosos de mostrar su heroismo ante los muchachos en
edad de casarse, corrieron hacia las ventanas, acribillando con sus
aceros las pantorrillas del gigante.
Golbasto y Momaren, contagiados por tan heroico ejemplo, quisieron
mostrar que servian para algo mas que hacer versos, y descolgaron de una
panoplia una larga lanza.
Se mostraban enfurecidos por este incidente, que habia venido a
perturbar su gloria, y empunando la lanza a cuatro manos empezaron a dar
pinchazos en una pierna del coloso.
Esta vez el dolor hizo saltar a Gillespie, dejando libres las ventanas,
por las que entro a raudales la dorada luz de la tarde.
Todos pudieron ver como el Hombre Montana se encogia sobre sus rodillas,
como se encorvaba despues con el rostro crispado por el dolor, pegando
sus ojos a las dos ventanas para averiguar que insectos malignos eran
los que la habian picado venenosamente a traves de dichos agujeros.
Las senoras se asustaron al ver aquellos dos ojos enormes que las
miraban con agresiva fijeza. Pero Golbasto y Momaren, que tenian la
colera larga e implacable de los debiles cuando sienten herida su
vanidad, continuaban manejando en colaboracion su arma y tiraron un
furioso lanzazo a uno de los ojos que llenaban las ventanas.
Si no quedo tuerto Gillespie, fue porque los dos poetas, al retroceder
para que su golpe fuese mas terrible, desviaron un poco la lanza,
rasgandole unicamente uno de los parpados.
El Hombre-Montana echo atras la cabeza, separando los ojos de las
ventanas con un pestaneo doloroso, pero inmediatamente puso su boca en
una de ellas.
Sono un hervor del caldera, luego un ruido de catarata, y la
concurrencia, dando gritos, empezo a huir hacia las habitaciones
interio
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