exo que la gobernaba, como si fuesen capaces de entender su idioma.
Cada vez que en el curso del dia aparecio el coloso junto a la entrada
de su vivienda, no fue saludado por la muchedumbre con alegres
aclamaciones y echando sus gorras en alto, como otras veces. Un silencio
hostil acogia su presencia. Por encima de las cabezas solo se veian
pasar piedras, y los que las habian arrojado se lamentaban de que estas
no pudiesen llegar hasta el ser a quien iban dedicadas.
Gillespie adivino instintivamente la agresividad contra el que parecia
diluida en el espacio. Por esto no quiso escuchar en los primeros
momentos los consejos conciliadores que le daba el profesor.
--Ya esta acabado el traje, gentleman--decia Flimnap--. Hay que
ponerselo inmediatamente, y con eso quedara terminado el conflicto con
todo ese pueblo que no le conoce bien. Los empleados del gobierno
quieren que salga usted de la Galeria. Le sera mas facil vestirse al
aire libre, y los sastres podran apreciar mejor su obra.
--No, no salgo--contesto Edwin energicamente--. El que desee verme que
entre aqui. Me siento mas fuerte bajo este techo.
Y al decir esto miraba el tronco enorme apoyado en la mesa.
Los enviados del gobierno, cada vez mas sombrios y parcos en palabras,
se consultaron con una mirada cuando salio Flimnap para decirles que el
Hombre-Montana deseaba cambiar de ropas dentro de su vivienda. Al fin
aceptaron, exigiendo unicamente que el gigante saliese con su nuevo
vestido de hombre, para que la muchedumbre se convenciera de que se
habian cumplido las ordenes gubernamentales.
Una larga fila de cargadores entro en la Galeria llevando a cuestas el
nuevo traje, enrollado como un gran toldo.
Rio Gillespie cuando estos atletas lo extendieron bajo su vista. La
exigencia de los pigmeos resultaba tan comica, que ahogo en el todo
intento de indignacion. Pero volvio a fruncir el ceno cuando el profesor
le pidio que se despojase de su chaqueta y sus pantalones, conservando
unicamente la ropa interior.
--No me diga que no, gentleman--suplicaba Flimnap juntando las manos--.
Siga mis consejos. Esto no es mas que una pequena molestia, y representa
la tranquilidad para usted y para mi. Los senores del gobierno le
dejaran en paz si le ven sumiso a sus ordenes. Ademas, el traje viejo
quedara aqui, a su disposicion; este nuevo es unicamente para cuando se
presente en publico.
Gillespie, conmovido por la vehemencia del doctor, acabo accediendo a
sus de
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