uieto, gentleman!--dijo el profesor inclinandose sobre una de sus
orejas--. Son los maestros cortadores, que se preparan a confeccionar
ese nuevo vestido que tanto le divierte.
La comision de sastres habia traido todo lo necesario para hacer sin
perdida de tiempo el traje femenil del gigante. Tenian orden de no
volver a la capital sin haber cumplido su encargo, y fuera de la Galeria
les esperaban varias carretas cargadas de piezas de tela, asi como una
numerosa tropa de costureros.
En el vasto declive comprendido entre el edificio y el cordon de tropas
acampado abajo fueron desplegando dichas piezas de tela, que sus
ayudantes cosieron rapidamente gracias a unas maquinas portatiles de
vertiginosa celeridad. Asi quedo formada una pieza unica y enorme, que
cubria todo un lado de la colina, y el mas viejo de los maestros,
consultando un cuaderno cuyas hojas llenaba de calculos matematicos,
trazo con un pincel blanco sobre la tela las lineas que debian seguir
los cortadores. Asi como iban quedando separadas las diversas piezas del
traje se apoderaban de ellas los ayudantes, haciendo trabajar de nuevo
sus maquinas de coser. Todos los costureros eran hombres, pues las
labores de aguja unicamente se consideraban compatibles con la debilidad
del sexo masculino. En cambio, los maestros cortadores eran mujeres, asi
como los empleados del gobierno que vigilaban la operacion.
Despues de almorzar, Gillespie se asomo a la entrada de la Galeria para
ver este trabajo extraordinario. Pero desoyendo las instancias del
profesor, no quiso salir completamente del edificio. Parecia que
presintiese un peligro. Se consideraba mas seguro teniendo sobre su
cabeza el techo de la Galeria y frente a sus ojos aquella entrada, por
la que tenian que pasar forzosamente los que avanzasen en busca suya.
A media tarde quedo terminado el vestido. La noticia habia circulado por
la capital, y mas alla de la linea de soldados se fue extendiendo una
muchedumbre de curiosos. Estos ya no mostraban la alegria ruidosa y
protectora de la manana en que los barberos de la capital afeitaron al
gigante y le cortaron el pelo.
Circulaban entre los grupos noticias confusas y hasta contradictorias
acerca del Hombre-Montana; pero todas ellas estaban acordes en
presentarlo como un insolente, enemigo del pais que le habia dado
hospitalidad y escarnecedor de sus buenas costumbres. Algunos hasta
afirmaban haberle oido horribles blasfemias contra la nacion y contra el
s
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