s que el dia anterior fingian
no verle le miraban ahora con una fijeza hostil. Su decadencia iba unida
a la del pobre Hombre-Montana.
Los envidiosos de su antigua gloria se aproximaban unicamente para darle
noticias alarmantes sobre la suerte de su protegido. Un companero de
Universidad le hizo saber que el gobierno enviaria un mensaje al Senado,
al principio de la sesion, pidiendo permiso para matar al coloso
inmediatamente.
Otro profesor que era verdaderamente amigo suyo le detuvo para
comunicarle algo referente a la vida intima universitaria. Popito habia
desaparecido, sin que el Padre de los Maestros encontrase el mas leve
rastro de su paradero. Todos presentian que esta fuga habia sido para
reunirse con el rebelde Ra-Ra. Momaren se hallaba a estas horas en el
palacio del gobierno hablando con el ministro de Policia, y los aparatos
de transmision aerea enviaban ordenes por toda la Republica para la
detencion de los fugitivos.
No se intereso Flimnap por el paradero de Popito. Lo que a el le
preocupaba era la suerte de su gigante.
Apenas se abrieron las puertas del Senado, el profesor corrio a sentarse
en la primera fila de una tribuna. Sus ojos buscaron a Gurdilo entre los
senadores. iSimpatico personaje! El orador, enjuto, verdoso y de torva
mirada, le parecia ahora de una belleza extraordinaria.
Ordeno el presidente la lectura de una comunicacion enviada por el
Consejo Ejecutivo. Era, como esperaba Flimnap, una solicitud para poder
suprimir al Hombre-Montana, fundandose en su falta de adaptacion a las
costumbres del pais y en los enormes gastos que exigia su cuidado y su
sustento.
Gurdilo pidio inmediatamente la palabra. Despues de su ultimo discurso,
todos creyeron adivinar lo que iba a decir contra el gigante. Por
primera vez el jefe de la oposicion y el gobierno se mostrarian acordes.
Y como esto significaba un suceso nunca visto, los senadores y el
publico avanzaron sus cabezas, deseosos de no perder una silaba.
Flimnap, que era el unico que sabia lo que el orador pensaba decir, se
estremecio considerando lo dificil que resultaba su trabajo. ?Llegaria a
exponer con habilidad, y sin que el publico protestase, todo lo
contrario de lo que habia afirmado dos dias antes?...
Su confianza renacio al ver la calma con que empezaba a hablar Gurdilo.
El orador no habia sido nunca amigo del Hombre-Montana; lo hacia constar
desde el principio de su discurso. Si el mismo dia de la llegada del
gigante al pai
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