el choque de dos guijarros, o al de varias bolas de espuma de jabon
cuando estallan. Pero el capitan Flimnap, que tenia mas limitadas y por
lo mismo mas sensibles sus facultades auditivas, se estremecio de los
pies a la cabeza, vacilando sobre la mano del gigante.
Escuchaba por primera vez estos ruidos pavorosos, y aunque habia leido
en las cronicas antiguas muchas descripciones del estruendo de las armas
inventadas por los hombres, nunca pudo suponerlo tal como era en la
realidad.
--iGrandes dioses!--grito--. iSon tiros! iDisparos de armas de fuego!...
iY suenan cerca de la Universidad!... Adivino lo que ocurre. Tambien se
han sublevado los hombres en la capital, intentando apoderarse de
nuestro Museo Historico. Pero el gobierno ha previsto el caso, y los
sublevados, en vez de llevarse las llamadas armas de fuego, son
recibidos en este momento por nuestras tropas, que emplean contra ellos
las mismas armas.... iOtra vez disparos! iGentleman, dejeme en el suelo
inmediatamente! Necesito ir alla.... Alla no; al palacio del gobierno,
donde me buscan tal vez a estas horas para pedirme datos.
Y era tal su nerviosidad, que el gigante temio que se arrojase desde lo
alto de su mano. Dejo al profesor-guerrero en la arena, y vio como
corria hacia su automovil-tigre y como escapaba este a toda velocidad
hacia el puerto.
--iCon tal que no olvide su promesa!--penso el Hombre-Montana, que
empezaba a sentir el tormento del hambre.
El enamorado capitan era incapaz de abandonar un instante el recuerdo de
su protegido, y a la caida de la tarde, cuando ya desesperaba este de
satisfacer su apetito, empezando a calcular la posibilidad de una
invasion de la capital en busca de comida, vio como avanzaban por la
playa unas cuantas maquinas rodantes, negras y sin adornos, de las que
servian para el avituallamiento del ejercito. Sostenido por dos de ellas
reconocio un plato enorme, de los empleados en su servicio alla en la
Galeria de la Industria. Sobre este plato se elevaban, formando
piramide, cuatro bueyes asados. En los otros vehiculos llegaban montanas
de panes--cada uno de ellos del tamano de un grano de maiz ante los ojos
del gigante--, piramides de frutas enormes para los pigmeos, pero que
venian a ser del volumen de un canamon, y montones de quesos. Una
seccion de atletas agregados al ejercito traia en varios vagones una
docena de toneles de agua.
Cuando toda esta gente se marcho, anunciando que volveria al dia
siguiente
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