habian dejado vacia despues de
llevarse las seis columnas de hierba prensada, obscura y picante que
contenia su interior, tan altas como sus cuerpos. Esta caja iba a ser el
feretro de la dulce Popito.
Empezaba a ponerse el sol, cuando Gillespie paso a la popa con la cajita
en su diestra. Ra-Ra, como si presintiese el peligro, se puso de pie, y
al fijarse en la mano del gigante adivino su intencion, gritando con voz
desesperada:
--iNo quiero!... iNo quiero!
Luego, comprendiendo que su resistencia resultaria inutil ante las
fuerzas del coloso, apelo a la suplica:
--Dejela aqui, gentleman. ?Por que me la arrebata? Esa tumba que quiere
darle es tan enorme, ies tan fria!... Usted es bueno, gentleman; usted
me ha protegido siempre. Atienda mis ruegos.
Pero el gigante le hizo retroceder con el dorso de una de sus manos,
tomando despues el cadaver para depositarlo en la cajita.
Iba a cerrar su tapa, cuando Ra-Ra se abalanzo sobre ella.
--Metame a mi tambien--dijo--. Donde Popito vaya debo ir yo. Nos lo
hemos jurado muchas veces. ?Por que se empena en separarnos?...
La mano del gigante volvio a repelerle, mientras dos lagrimas se
desplomaban de los ojos de Gillespie, cayendo en el interior de la
cajita.
Cerro lentamente la tapa, volviendo con una presion de sus dedos a hacer
penetrar las tachuelas en sus antiguos orificios.
Ya se habia ocultado el sol, dejando en el horizonte una barra roja
entre vapores flotantes de oro mortecino.
Otras dos gotas enormes de llanto vinieron a caer sobre la cubierta del
improvisado ataud.
Mientras tanto, Ra-Ra lanzaba continuos lamentos, iguales a los aullidos
de una bestezuela herida muy lejos ... muy lejos....
--iAdios, Margaret!--murmuro Edwin.
Y sacando un brazo fuera del bote, dejo caer la caja de cigarros.
Floto sobre el agua unos instantes, y luego se fue al fondo bajo el peso
de alguien que acababa de arrojarse sobre ella.
Era Ra-Ra, que habia saltado fuera de la embarcacion para abrazarse al
feretro, desapareciendo con el.
Y Edwin Gillespie, como si temiera quedarse solo, obedeciendo a una
voluntad superior y misteriosa que le empujaba con fuerza irresistible,
imito a Ra-Ra, lanzandose tambien de cabeza en el mar.
XVI
Donde el Hombre-Montana deja de ser gigante y da por terminado su viaje
Se vio envuelto en pegajosa obscuridad. Una fuerza voraz tiraba de el,
absorbiendole. Asi fue descendiendo a las regiones inferiores, donde las
tini
|