ado por su respiracion
jadeante, empezo a reir. Luego dijo en voz alta, con tono de admiracion
y regocijo:
--iOh, las mujeres! ?Quien podra nunca luchar con las mujeres?
Saludo el telegrafista, asintiendo a estas palabras, y sus ojos
parecieron decir: "El gentleman tiene mucha razon."
Luego se marcho para que Edwin pudiese volver a leer con toda calma
aquel papelillo que contenia todo un mundo de felicidad.
La dulce miss Margaret Haynes le telegrafiaba para ordenarle que
volviese cuanto antes, anadiendo que si habia recibido un despacho de su
madre con la noticia de que ella estaba gravemente enferma no hiciese
caso alguno.
Su salud era mejor que nunca; pero habia necesitado fingirse enferma
durante un mes, con gran abundancia de melancolias y llantos, y hasta
privarse de bailar en tanto tiempo. Esto ultimo era lo que habia
asustado mas a la madre, haciendola creer en una muerte proxima; y como
amaba mucho a su hija, la grave senora habia acabado por acceder a su
matrimonio con el ingeniero.
La consideracion de que Margaret habia podido privarse de bailar durante
cuatro semanas para casarse con Edwin conmovio a este profundamente.
"iAdorable criatura!... iImposible pedir mayor sacrificio!..." iAy!
iComo deseaba tenerla en sus brazos, de cinco a siete de la tarde, en
cualquier hotel de las riberas del Atlantico o del Pacifico, bailando al
son de una orquesta de negros, cadenciosa y disparatada!
Su impaciencia le hizo subir otra vez al puente, en busca del mismo
oficial.
--?Cuando llegaremos a Melbourne?
--Dentro de tres horas.
--?Esta usted seguro de que el otro vapor sale en seguida para San
Francisco?
--Zarpara lo mas tarde manana al amanecer.... Tal vez salga hoy, y
tendra usted que moverse mucho para obtener un buen camarote y trasladar
su equipaje.
iOh, Providencia, que alguna vez te acuerdas de los enamorados!...
Gillespie, despues de tales noticias, bajo al camarote para preparar sus
maletas. Pero mientras cumplia este trabajo mecanico, su imaginacion
empezo a galopar por los campos del futuro, creando instantaneamente las
escenas mas risuenas.
Se vio unido a miss Margaret Haynes, que habia pasado a ser mistress
Gillespie. Recorrio la casa que habitarian en Nueva York, improvisando
en unos segundos, sin gasto alguno y sin discusiones con los
proveedores, todas sus piezas, amuebladas con gran comodidad.
Despues, dando una cabriola sobre el obstaculo de diez anos, se
contemplo entre
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