in poder realizar los
deseos de esa senora, que parece me espera con ansiedad!... iQue idea la
mia de emprender un viaje a estas tierras remotas!
Despues del amanecer subio a la ultima cubierta, paseando cerca del
puente de mando para poder hablar con alguno de los oficiales.
Encontro a uno que no se parecia en nada al que habia visto durante su
ensueno, ocupando juntos el mismo bote cuando abandonaron el buque
proximo a hundirse.
Quiso saber los medios mas seguros para regresar a los Estados Unidos
cuanto antes, y el oficial le hablo de un paquebote que partiria de
Melbourne horas despues de la llegada de este en que iban ellos.
La buena noticia animo un poco a Gillespie, haciendole pensar en la
remota posibilidad de que sus asuntos pasionales obtuviesen finalmente
una solucion dichosa.
Cuando se dirigia al comedor en busca del desayuno, escucho su nombre.
Era el empleado del telegrafo, que le buscaba para entregarle un nuevo
despacho.
Sintio que toda su sangre afluia al corazon, dejando sus miembros en una
frialdad cadaverica. Despues el torrente sanguineo refluyo con
violencia, esparciendo por todo su cuerpo una picazon caustica.... Lo
que el habia presentido durante la noche iba a realizarse. El primer
telegrama de la madre era una especie de preparacion para que el dolor
lo fuese recibiendo por gradaciones. Le habia anunciado que Margaret
solo estaba enferma, para horas despues enviarle un segundo telegrama
con la terrible noticia de su muerte.... Y el telegrama estaba alli al
alcance de su mano.
Pero el telegrafista, un jovenzuelo de ojos maliciosos, le miraba
sonriente, y se adivinaba en su sonrisa algo que tal vez tenia relacion
con el despacho.
En el primer momento Gillespie se sintio tan irritado por esta
jovialidad, completamente en desacuerdo con su dolor, que hasta tuvo el
proposito de gratificar al joven con un punetazo entre ambas cejas.
Despues penso que el telegrafista estaba enterado indudablemente de lo
que contenia el sobre, y era inverosimil que entregase sonriendo una
noticia de muerte.
Hasta se imagino que su sonrisa actual era continuacion de otras
sonrisas anteriores que no habia podido reprimir mientras con un lapiz
en la mano y el casco de orejas metalicas en la cabeza escribia las
palabras misteriosas llegadas a traves de la atmosfera.
Gillespie le arrebato el despacho para abrirlo.... iOh Dios! iLa firma
de miss Margaret!
Y despues de leerlo en un silencio entrecort
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