e que el sol se convirtiese de pronto en una
lampara electrica le hizo sospechar que estaba dormido o que el descenso
al abismo oceanico habia perturbado sus facultades mentales.
Volvio a abrir los ojos, limitandose a mirar enfrente de el. Lo primero
que vio fue sus pies descansando sobre algo que estaba mas alto que el
suelo; despues contemplo este suelo, que era de madera limpia y
brillante, con ensambladuras muy ajustadas; y mas alla, como ultimo
termino, una barandilla recubierta exteriormente de lona pintada de
blanco. Sobre esta baranda se abria una obscuridad misteriosa que
parecia exhalar el aliento salitroso del infinito.
Sintio dolor en las manos a causa de la tenacidad con que estaban
agarradas al objeto providencial que le habia servido de punto de apoyo
en su agonia de naufrago.
Los ojos de Gillespie, todavia mal abiertos, siguieron la longitud de
uno de sus brazos, en busca de las manos, para encontrarlas al fin
agarradas a una madera de color de manteca, pulida y brillante. Esta
madera afectaba una forma que no era desconocida para Edwin.
Despues de examinarla con los titubeos de un entendimiento todavia
confuso, acabo por descubrir que era el brazo de un sillon. Una vez
hecho este descubrimiento, todo lo demas resulto facil para el; sus
facultades despertaron instantaneamente, ayudandose unas a otras.
Se dio cuenta de que estaba sentado en un sillon, con las piernas
extendidas. Luego se incorporo, soltando el brazo de madera, que dejo
oir un nuevo quejido de quebrantamiento al verse libre de la desesperada
opresion. Rapidamente fue reconociendo el verdadero aspecto de todo lo
que le rodeaba. El sol rojo no era mas que una lampara electrica de las
que alumbran el puente de paseo de un paquebote.
Gillespie tardo en reconocer el buque. ?Que hacia el alli?... ?Quien le
habia traido?... Quiso echar una pierna fuera del sillon, y su pie
tropezo con algo que resbalaba sobre la madera lanzando un susurro, como
de frote de papeles.
Al avanzar su cabeza vio un libro caido, que tenia el lomo en alto,
ostentando en su tapa de colores un hombre con casaca a la antigua, las
piernas en forma de compas, y pasando entre ellas un ejercito de
pigmeos. La vista de este dibujo le ayudo a despertar completamente,
reanudando el funcionamiento de su memoria.
No habia hecho mas que dormir, como tantos protagonistas de cuentos y
comedias, sonando con arreglo a su ultima lectura y viendo las escenas
de su ensueno
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