llorosa--, lleveme con usted, ya que su
intencion es huir para siempre de esta tierra! iPiense en mi, se lo
suplico!... ?Como podre vivir cuando el Gentleman-Montana se haya
marchado para siempre?...
Pero el Gentleman-Montana miro sonriendo al grueso capitan y levanto los
hombros. Luego le volvio la espalda, empezando a forcejear para subir la
segunda ancla.
--iLleveme!--continuo--. ?Que voy a hacer en mi patria?... Al ver que
usted quiere marcharse, todas mis creencias se han derrumbado. Nada me
importa que perezca el gobierno de las mujeres, que triunfen los hombres
o que la guerra sea interminable. Lo unico que me interesa es mi amor.
"Ademas, gentleman, este pais me parece inmensamente triste y empiezo a
aborrecer a los que lo habitan. Creiamos terminada para siempre la
guerra; era un monstruo de los tiempos remotos que nunca podia
resucitar; y ahora la guerra surge cuando menos lo esperabamos y nadie
sabe cuando acabara. ?Viviremos esclavos eternamente de nuestra barbarie
original, sin que haya educacion capaz de modificarnos?... ?Sera una
mentira el progreso?... ?Estaremos condenados a dar eternas vueltas, lo
mismo que una rueda, sin salir jamas del mismo circulo?...
Pero el coloso no oia sus ruegos ni prestaba atencion a las preguntas
que iba formulando Flimnap, de acuerdo con sus habitos de conferencista.
Lo que a Gillespie le preocupaba era salir del puerto cuanto antes. Ya
tenia fuera del agua la segunda ancla, y empuno los remos, empezando a
bogar de pie y mirando a la proa.
--iGentleman, lleveme!--grito el amoroso catedratico con un temblor
histerico en la voz y extendiendo sus brazos--. Yo no quiero vivir aqui.
Tomeme en su navio gigantesco o me arrojo al agua.
No supo nunca Gillespie si el enamorado capitan fue capaz de cumplir su
amenaza, pues se nego a volver el rostro. Pronto dejo de oir la voz de
su antiguo traductor. Remaba tan vigorosamente, que con unas cuantas
paladas se coloco en el centro del puerto. De los buques mercantes
escapaban en masa las tripulaciones, por creer que el Hombre-Montana
queria tomarlos al abordaje. Pero Gillespie puso su proa hacia el otro
lado del puerto, donde estaban los almacenes de viveres para las tropas.
Al saltar sobre el muelle, este quedo desierto. Por encima de las
techumbres de los almacenes vio un patio donde estaban puestas a secar
enormes cantidades de carne convertida en cecina. A punados arrebato
esta reserva alimenticia, arrojandola en el ces
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