ellos.
Momaren huyo con sus profesores, perseguido por el enorme diluvio, y
hasta las amazonas mas dispuestas a morir se refugiaron detras de las
piezas de artilleria y de los armones chorreantes.
Edwin, empunando otra vez sus remos, procuro salir rapidamente del
puerto. Nada le quedaba que hacer en el. Pero fuera de su boca le salio
al encuentro un obstaculo inesperado.
La escuadra del Sol Naciente habia zarpado dias antes, lo mismo que las
flotas aereas, para combatir a los insurrectos, dejando solamente dos
buques a las ordenes del gobierno. Estos buques, mientras Gillespie
levantaba sus anclas y saqueaba los almacenes, habian embarcado una
parte de sus tripulaciones que se hallaban en tierra con permiso,
saliendo del puerto para combatirle, por creer sus capitanes que fuera
de el podrian maniobrar mejor contra el barco gigantesco. Reconocian la
desigualdad de sus fuerzas al compararlas con el poder ofensivo de este
ultimo, pero habian recibido ordenes precisas de los gobernantes--todos
ellos de una ignorancia completa en las cosas del mar--, y marchaban al
ataque con el heroismo sombrio del que sabe que va a morir inutilmente.
Uno de los navios se coloco ante el bote de Gillespie, cortandole el
camino, al mismo tiempo que le enviaba una nube de pequenos guijarros
con sus catapultas; pero el gigante remo vigorosamente, cayendo sobre el
en unos segundos, y lo hizo desaparecer bajo el rudo choque de su proa.
En el mismo instante el bote quedo inmovilizado con tal brusquedad, que
Edwin casi cayo de espaldas. Miro en torno de el, sin distinguir nada
amenazante en el mar; pero sobre una de las bordas de su embarcacion vio
como se movia una especie de hilo de arana. Este filamento habia acabado
por pegarse a la madera, como si fuese un ser vivo, mientras su extremo
opuesto se perdia en la profundidad acuatica.
Era un cable igual a los de las maquinas aereas. Gillespie adivino que
el segundo buque se habia sumergido y le enviaba desde el fondo sus
tentaculos metalicos, animados y prensibles, que parecian poseer la
inteligencia de un ser viviente. Varios de estos cables debian estar
pegados ya a la quilla de su bote. Otro salio del agua, como una lombriz
de nerviosas contracciones, enroscandose en torno a uno de sus remos.
Iba a quedar alli, prisionero del buque invisible, no mas grande que un
juguete, el cual lentamente tiraria de el hacia el interior del puerto,
o le retendria inmovilizado, esperando que llegase
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