to que habia sacado del
bote. Tambien limpio otro patio de los viveres que guardaba formando
montones, y los deposito en el mismo cesto sin ningun orden.
Cuando estuvo otra vez en su embarcacion noto que los muelles se iban
cubriendo de pigmeos. Eran soldados vestidos con vistosos uniformes y
que avanzaban denodadamente. Los que tenian arcos disparaban, pero sus
flechas caian mucho antes de llegar adonde estaba el gigante, lo que
hizo sonreir a este despectivamente, no queriendo responder a la
agresion.
Hubo en la muchedumbre un movimiento de retroceso, y luego se abrio
dejando paso a algo que provocaba aclamaciones de entusiasmo. Gillespie,
interesado por este movimiento, permanecio de pie en su bote, mirando
hacia dicho sitio.
Era que el Consejo Ejecutivo, para remedio de la inferioridad agresiva
de sus tropas, acababa de enviar varios canones de los mas grandes que
se conservaban en el Museo Historico. Esta artilleria gruesa databa de
los tiempos de Eulame, y la componian ocho piezas de asedio del tamano y
el calibre de un revolver de marca mayor, de los usados en el mundo de
los Hombres-Montanas.
Los guerreros femeninos empujaban con entusiasmo estas armas colosales,
colgandose de los rayos de sus ruedas para hacerlas avanzar. Momaren,
con la cabeza cubierta de vendajes y el aspecto dolorido, marchaba al
frente de varios profesores que se imaginaban conocer por sus lecturas
el manejo de tales monstruos de acero. Lloro de emocion la muchedumbre
al ver que el Padre de los Maestros, a pesar de hallarse gravemente
enfermo, habia abandonado su cama para servir a la patria.
Tres canones fueron apuntados contra el gigante. Uno permanecio mudo,
por mas que los artilleros improvisados se agitaron en torno de el;
otro, al disparar, se acosto de lado por haberse roto una de sus ruedas,
aplastando a los que pillo debajo. El tercero funciono normalmente, y su
proyectil, en vez de tocar al coloso, echo a pique dos de los barcos que
estaban a la carga.
El estruendo de las explosiones, completamente nuevo para la mayor parte
de este gentio, le hizo huir con mas rapidez que el miedo al coloso.
Gillespie no quiso dejar que sus enemigos continuaran ejercitandose en
el manejo de la artilleria, y tomo el achicador que estaba en el fondo
de su barca. Con esta paleta envio por el aire unas cuantas masas de
agua, que vinieron a desplomarse algunos metros mas alla, sobre los
grandes canones y todos los que se movian en torno a
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