s de su especie, para que aquella pobre joven
recobrase la salud. Penso ademas que los buques de la flota, avisados
por el gobierno, navegarian ya a estas horas para darle caza, y era
necesario pasar cuanto antes la barrera de los dioses.
Gillespie volvio otra vez a empunar los remos, bogando con un vigor
maravilloso del que no se habria considerado capaz dias antes. Le
parecio que el cansancio era algo que su cuerpo no podia conocer.
Tambien creyo sobrenatural que el dia se prolongase mas alla de sus
limites ordinarios. El sol parecia inmovil en el horizonte. Llevaba
horas y horas remando, sin que sus brazos se fatigasen y sin que el
astro diurno descendiese hacia el mar.
Popito, al permanecer fuera de su encierro, respirando el aire salino,
parecio reanimarse. Sonreia dulcemente, con la cabeza apoyada en una
rodilla de Ra-Ra. Sus ojos estaban fijos en los ojos de el, que la
contemplaban verticalmente. Despues, estrechandose las manos, paseaban
los dos sus miradas por aquel mar misterioso y temible, poco frecuentado
por los seres de su especie. Pasaron junto a una roca cubierta de
plantas maritimas, en la que Gillespie solo hubiera podido dar unos
veinte pasos.
--Aqui esta sepultado mi glorioso abuelo--dijo Ra-Ra. El mar se iba
rizando con largas ondulaciones que hacian cabecear al bote y hubiesen
representado un oleaje de tormenta para los buques de la escuadra del
Sol Naciente. Los dos amantes miraban con espanto el movimiento de la
enorme nave.
--iAtencion, hijos mios!--dijo Gillespie--. Vamos a pasar la llamada
barrera de los dioses, y las rompientes nos sacudiran un poco.
Doblo su chaqueta sobre la popa y puso entre los pliegues a los dos
pigmeos. Luego siguio remando, de pie y con la vista fija en la linea de
escollos, para enfilar a tiempo los callejones de espuma hirviente
abiertos en ella.
El bote se levanto sobre las olas y volvio a caer, tocando varias veces
con su quilla los obstaculos invisibles. Terminaron los sacudimientos al
quedar atras la linea de rocas submarinas, y un mar de azul obscuro y
profundo se extendio sin limites ante la proa del bote.
--Entramos en el mundo de los Hombres Montanas--grito alegremente
Gillespie.
Despues de estas palabras se hizo inmediatamente la noche, y Edwin
sintio de golpe toda la fatiga de los esfuerzos que llevaba realizados.
Busco en su cesto de provisiones lo que le parecio mas exquisito,
depositandolo a punados sobre su chaqueta para que comiesen
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