los dos
amantes refugiados en sus pliegues. El tambien comio, tendiendose
despues en el fondo de la barca para dormir.
No pudo explicarse como el sueno le mantuvo bajo su dominio tantas
horas. Cuando desperto, el sol estaba ya muy alto, pero no fue la
caricia caustica de su luz la que le volvio a la vida. Unos gritos que
parecian venir de muy lejos, entrecortados por llantos, fueron el
verdadero motivo que le hizo salir de su sopor incomprensible. Ra-Ra le
llamaba.
--iGentleman, Popito se me muere!... iYa ha muerto tal vez!
Gillespie se irguio al escuchar esta terrible noticia. ?Era posible que
miss Margaret pudiese morir?...
La vio tendida entre dos dobleces del pano de su chaqueta, con la cabeza
sobre una arruga que habia preparado y mullido su amante para que la
sirviese de almohada. Estaba mas blanca que el dia anterior, como si
hubiese perdido toda la sangre de su cuerpo. Abrio los ojos y volvio a
cerrarlos repetidas veces despues de mirar a Ra-Ra y al gigante.
--iOh, miss Margaret!--suplico Edwin--. No se muera. ?Que hare yo en el
mundo si usted me abandona?...
Y el pobre coloso tenia en su voz el mismo tono desesperado del pigmeo
Ra-Ra.
Como si necesitase contemplarla de mas cerca, paso una mano con suavidad
por debajo del cuerpo de Popito y puso igualmente sobre la palma a su
lloroso companero, para no privarle ni un instante de la presencia de su
amada.
Sentado en el centro del bote permanecio mucho tiempo, con la diestra
cerca de los ojos, contemplando el grupo que formaban los dos pigmeos
enamorados.
Ra-Ra, arrodillado junto a ella, le tomaba las manos, hablandola
ansiosamente para que abriese los ojos una vez mas, y creyendo que
cuando los cerraba era para siempre.
--iOh, hermano de mis ensuenos! iMadre de mis alegrias! ?Me oyes?... No
te mueras; yo no quiero que mueras. Aun quedan para nosotros muchos
soles dichosos y muchas lunas de amor. El Gentleman-Montana nos llevara
a su pais, y las esposas de los gigantes sentiran asombro al verte tan
hermosa. Para las reinas de aquellas tierras sera una gloria llevarte
dormida sobre su pecho, pues no hay joya que pueda compararse en
hermosura contigo. ?Me oyes ... di ... me oyes?
Y el gigante, con su bronca voz, se unia a este lamento acariciador,
repitiendo monotonamente:
--No se muera usted, miss Margaret.... iNo se muera!
De pronto Ra-Ra lanzo un chillido casi femenil:
--No me contesta.... iHa muerto!... iha muerto!...
Asi era
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