una linea de rompeolas. Con una roca en
cada mano, levanto la cabeza, mirando en torno de el inquietamente.
Desde el principio de su fuga le preocupaban mas los ruidos del aire que
las agresiones de los enemigos que marchaban sobre la tierra. Una
flotilla de maquinas voladoras representaba para el un peligro temible.
Sono un zumbido de avion cerca de sus orejas y se puso en guardia; pero
al ver que solo era una maquina la que flotaba en el aire, sonrio
satisfecho.
En aquel mismo momento los senores del Consejo Ejecutivo y sus ministros
deploraban haber enviado contra los hombres sublevados todas las fuerzas
aereas existentes en la capital, y les ordenaban por medio de ondas
atmosfericas que volviesen con toda rapidez para exterminar al gigante.
Solo habia quedado un aparato volador, algo antiguo, para los servicios
extraordinarios, y su tripulacion estaba compuesta de senoras maduras,
movilizadas por la guerra, que habian permanecido largos anos sin
ejercer sus habilidades de guerreras del aire.
La maquina, que tenia la forma de una paloma, no oso aproximarse mucho
al Hombre-Montana. Los aviadores que le aprisionaron durante su sueno al
desembarcar en el pais tampoco se habrian atrevido a pasar ahora cerca
de su cabeza, como lo hicieron entonces. Habia que temer un golpe de
aquel arbol que le servia de baston.
Gillespie oyo un silbido, viendo al mismo tiempo ondular en el espacio
un serpenteo luminoso semejante a un relampago blanco. Acababan de
arrojar sobre el uno de aquellos cables de platino de los cuales no
podia defenderse. Pero echo atras la cabeza, y el brillante hilo paso
sin tocarle, retorciendose y doblando su extremo hacia arriba, como una
serpiente furiosa.
Las matronas de la maquina volante, que veian debajo de ellas a todo el
vecindario de la capital admirandolas, como si de su esfuerzo dependiese
la suerte de la Republica, quisieron no marrar su segundo ataque, y para
ello hicieron descender la maquina mas cerca del gigante, aunque
manteniendola a tal altura que no pudiera alcanzarla con su garrote.
El Hombre-Montana levanto una mano y, antes de que los aviadores
lograsen enviar de nuevo su lazo metalico, asesto a la maquina una
pedrada certera. El ave mecanica se desplomo herida, flotando algunos
momentos sobre la copa azul del puerto, mientras las matronas
reservistas se salvaban a nado. Al fin se acosto sobre una de sus
aletas, desapareciendo entre los circulos concentricos que habia abier
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