con nuevos viveres, el gigante, sentado en la arena, pudo
saciar su hambre con holgura. Hacia mucho tiempo que no habia saboreado
una comida igual. Hasta encontro agradable la existencia a la
intemperie, siempre que Flimnap cuidase de su alimentacion. Luego penso
que su enamorado capitan acabaria por volverle a la Galeria de la
Industria, apreciada ahora por el como un palacio maravilloso.
Paso la noche en un sueno profundo, a pesar de que llegaban hasta la
playa los rumores de la ciudad en continuo movimiento.
--Manana--penso--a primera hora, cuando me traigan el almuerzo, se
presentara Flimnap con nuevas noticias.
Pero transcurrieron muchas horas de la manana sin que llegase el
almuerzo ni el amable capitan. Pasado mediodia, cuando el coloso, mal
acostumbrado por las abundancias de la noche anterior, empezaba a sentir
el tormento del hambre, vio avanzar a traves de la playa solitaria a un
pigmeo que, sin duda, venia en su busca.
No llevaba uniforme militar ni le seguia vehiculo alguno. Su vestidura
estaba compuesta de tunica y velo, como la de todos los hombres que no
eran esclavos.
Gillespie penso inmediatamente que tal vez era Ra-Ra o Popito, aunque
sin decidirse por ninguno de los dos, pues se sentia desorientado por la
inversion de sus trajes. Cuando el recien llegado, hombre o mujer,
estaba todavia a unos cuantos pasos, Edwin puso una mano en el suelo
para que montase en ella, y asi lo hizo el pigmeo. Llevaba la cara
envuelta en velos, pero al quedar cerca de los ojos del coloso descubrio
su rostro.
Experimento Gillespie una sorpresa que no por haberse repetido muchas
veces resultaba menos intensa. "iMiss Margaret Haynes!..." Luego tuvo
que pensar, como siempre, que miss Margaret, aunque pequena, gracil y
delicada, no era tan diminuta, y que esta beldad pigmea solo podia ser
Popito.
Vio una Popito llorosa y humilde, que en nada hacia recordar al doctor
juvenil y seguro de si mismo conocido dias antes.
--iGentleman--gimio--, van a matar a Ra-Ra!
Y fue contando rapidamente todo lo que habia ocurrido el dia anterior en
la Ciudad-Paraiso de las Mujeres.
Los hombres de la capital se habian mostrado menos audaces que los de
otros Estados. Tal vez influia en ello la proximidad del gobierno y de
los grandes medios defensivos acumulados por este. Ademas, dicha
vecindad resultaba corruptora. La mayoria de los varones, en vez de
seguir a los que peleaban por la emancipacion de su sexo, habian
preferid
|