a joven de un vaiven igual al de un navio
en un mar tormentoso. Agarrada a dos mechones de cabellos y contrayendo
sus brazos, se defendio de este rudo movimiento, a la vez que seguia con
mirada atenta la marcha de su gigantesco portador.
--Muy bien, gentleman. Eso es. iA la derecha!... Ahora siempre de
frente.
Habian llegado al puerto, y Gillespie, marchando por una avenida
exterior de la ciudad, avanzo hacia la colina en cuya cuspide se elevaba
su antigua vivienda. Las gentes del puerto, que estaban ayudando al
embarque de material de guerra para las islas amenazadas de sublevacion,
se esparcieron por las calles gritando la terrible noticia.
--iEl Hombre-Montana se ha escapado!... iEl gigante se marcha de la
capital!...
Y todos, al oir esto, pensaban lo mismo. El coloso era hombre, y por
solidaridad de sexo iba indudablemente a unirse con los revolucionarios.
Los pesimistas levantaban las manos hacia el cielo, exclamando:
--iSolo nos faltaba esta nueva calamidad!...
Cuando llego la noticia al palacio del gobierno, ya pisaba Gillespie la
cuspide de la colina. Al entrar en su antigua vivienda noto
inmediatamente los efectos del abandono. Todo lo perteneciente a el
estaba en la misma situacion que lo dejo al salir de alli. Unicamente,
en los extremos del edificio, las cocinas y la despensa mostraban un
desorden semejante al de una ciudad entregada al saqueo. La servidumbre,
antes de marcharse, lo habia robado todo.
Sonrio el gigante al ver en el suelo sus pantalones y su chaqueta. Pero
su satisfaccion aun fue mas grande al encontrar apoyado en la mesa el
enorme tronco arrancado por el de la selva de los emperadores.
Se llevo una mano a la cabeza, buscando entre los mechones de su
cabellera a Pepito, y esta le grito varias veces: "iEstoy aqui!", para
que su voz sirviese de guia a los dedos. El Gentleman-Montana la dejo
cuidadosamente sobre la mesa cubierta de polvo, diciendo con voz
suplicante:
--Vuelvase de espaldas, miss. Siento mucho tener que vestirme en su
presencia, pero nuestra situacion no es para entretenernos en escrupulos
de buena crianza. Termino en un momento.
Y el gigante, levantando sus ropas del suelo, se vistio apresuradamente.
Luego, al empunar con su diestra la enorme cachiporra, le parecio que se
habian doblado su estatura y su vigor, sintiendose capaz de suprimir de
un golpe a cuantos pigmeos intentasen cerrarle el paso.
--Ahora va usted a viajar con mas comodidad--dijo, toman
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