nto!... Antes de que la guerra termine seran
muchas las victimas, muchisimas; entre las primeras figurara Ra-Ra, si
usted no lo remedia ... y yo morire.
Esto ultimo no podia tolerarlo Edwin Gillespie.
--?Morir usted, miss Margaret ... digo Popito?
Unicamente podria ocurrir una cosa tan absurda despues que el hubiese
muerto.
--iSalvelo usted!--insistio la joven--. Llevenos lejos de aqui. Este es
un pais donde no queda sitio para nosotros.
De la misma opinion era el gigante. Volvio a mirar en torno de el, y vio
la playa desierta. Ni un solo carro de avituallamiento, ni un emisario
que le trajese explicaciones acerca de su futura alimentacion.
Decididamente, le habian olvidado.
Gillespie, ruborizandose un poco, empezo a hablar con cierta dificultad,
como si abordase un tema algo inconveniente:
--Miss, los compatriotas de usted me han dejado en un traje poco
presentable. Verdaderamente, mi facha no es para acompanar a una
senorita. Usted va a venir conmigo, y yo no se donde meterla, pues las
ropas ligeras que me cubren en este momento carecen de bolsillos.
Quedo en actitud reflexiva, acariciandose la mandibula inferior con la
mano que tenia libre, mientras sostenia a la joven en la palma de la
mano opuesta.
--?Se siente usted capaz de viajar montada en mi cabeza?
Popito, a pesar de sus tristes preocupaciones, contesto con una palida
sonrisa.
Ella estaba dispuesta a seguir al gigante, arrostrando los mayores
peligros, para salvar a Ra-Ra. Debia tratarla como a un camarada, sin
miramiento alguno.
--Instalese usted ahi como pueda.
Y al decir esto, el gigante levanto su mano derecha, colocandola al
nivel de la cuspide de su craneo. Popito salto entre los negros
matorrales de la cabellera, buscando un lugar a proposito para sentarse.
--Agarrese con fuerza a un mechon--dijo Gillespie--. No tema hacerme
dano. Todo lo que venga de usted es para mi una caricia.
Despues de estas palabras galantes, anadio:
--Viajara usted un poco sacudida, pero la primera parte de nuestra
expedicion conviene que sea rapida. Vamos ahora, miss Margaret, a mi
antigua vivienda. Necesito mi traje y otra cosa que guardo alla, sin la
cual reconozco que valgo muy poco. Creo recordar el camino, pero, si me
extravio, adviertamelo inmediatamente. Nos conviene llegar antes de que
nuestros enemigos hayan adivinado mi intencion.
Y empezo a marchar a grandes zancadas, procurando mantener rigido su
cuello; pero esto no libro a l
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