de un celoso al ver que miss Margaret Haynes se preocupaba tanto
de Ra-Ra y lloraba por su suerte.
--Yo sere su esclava--decia la joven--; pero salvelo. Que el viva,
aunque yo pierda mi libertad para siempre.
Luego penso que Ra-Ra era una reduccion de su persona, y esto le hizo
encontrar mas logica la conducta de miss Margaret, o sea de Popito. Pero
?que podia hacer el, pobre gigante, para salvarse a si mismo?... Quedo
pensativo, mientras la joven, imaginandose que aun intentaba resistirse
a sus ruegos, los repetia con una expresion tragicamente desesperada.
--Le suplico, miss Margaret--dijo Edwin--, que calle un momento y me
deje pensar.
Al oirse llamar asi, creyo Popito que verdaderamente sus lamentos
distraian al gigante, y permanecio silenciosa.
Por un fenomeno mental debido a la influencia irresistible de su
egoismo, Gillespie empezo a pensar, contra su voluntad, en el antiguo
traductor convertido en guerrero. No le habia enviado el almuerzo y
seguramente tampoco le enviaria la comida. Los pigmeos, ocupados en su
guerra de sexos, no se acordaban de el, y le dejarian morir de hambre.
El Hombre-Montana, despues de llamar tanto la atencion, habia pasado de
moda, como esos artistas viejos que hicieron correr las muchedumbres
hacia su persona y acaban muriendo en un hospital. Ademas, el capitan
Flimnap, arrogante y fanfarron, parecia una persona diferente de aquel
profesor Flimnap bondadoso y simple que habia conocido. Entusiasmado por
sus ridiculas tareas militares, permaneceria ausente, sin comprobar la
exacta ejecucion de sus ordenes. Nadie se cuidaba de su alimentacion, y
el necesitaba comer.
--iSalve usted a Ra-Ra!--volvio a repetir Popito, considerando, sin
duda, demasiado largas las reflexiones del gigante.
Este grito le hizo pensar de nuevo en el pigmeo revolucionario que era
el mismo. ?Podia dejarlo abandonado a la venganza de las mujeres?... ?No
equivalia esto a un suicidio?...
Ademas, miss Margaret estaba alli, arrodillada en la palma de su mano,
tendiendo los brazos en actitud implorante, y no es correcto que un
gentleman se deje rogar por una senorita que pide proteccion, y mas si
esta senorita es su novia.
Miro hacia el puerto, que dominaba en gran parte con su vista. Luego
volvio los ojos hacia la cumbre de la colina ocupada por la Galeria de
la Industria.
--Miss Margaret--digo con inflexiones carinosas de voz--, hare lo que
usted me mande.
Pero reconociendo su error, se rectifico
|