iAy, no poder permanecer yo a su lado, gentleman, para
seguir su misma suerte!...
La consideracion de su impotencia casi le hizo llorar. Influenciado por
su nueva amistad con Gurdilo, solo veia en este personaje el remedio de
sus preocupaciones.
--iSi ocupase el gobierno nuestro gran orador!...
A continuacion se mostraba pesimista.
--El gobierno actual es mas fuerte que nunca. ?Quien puede derribarlo?
No sera ciertamente Ra-Ra y los dementes que le siguen. Las mujeres que
nos dirigen en el presente momento son enemigos nuestros, pero hay que
reconocer que nunca gobierno alguno se considero tan solido. Hasta
parece, segun dice mi ilustre amigo Gurdilo, que proyectan celebrar una
gran Exposicion, como la de hace anos, de la que es un recuerdo la
Galeria que habito usted. Tal vez con motivo de esta solemnidad
universal consigamos su indulto, y usted podra presenciar todas nuestras
fiestas.
Pero el profesor abandono repentinamente este ensueno optimista. Vio con
la imaginacion a su amado gigante tendido en la playa, inerte como un
cadaver, las carnes verdosas y descompuestas por el veneno y
revoloteando sobre su rostro, en funebre espiral, miles y miles de
cuervos.
--Cuidese, gentleman--dijo con ansiedad--; desconfie de todos; piense
que pueden echarle veneno en sus alimentos. No coma sin que antes haya
probado su comida esa gentuza que le rodea.
El gigante acogio con una risa sonora la ultima recomendacion. Era
innecesaria. Y miro hacia la hoguera que calentaba el caldero, en torno
de la cual se iban agrupando sus acompanantes para aprovecharse de su
distraccion.
--Sobre todo, gentleman, tenga cuidado mientras duerme. Tambien le
pueden matar durante su sueno.
El gigante celebro otra vez con risas la simpleza de este consejo. ?Como
iba a guardarse a si mismo mientras dormia?
--Es verdad, es verdad--gimio angustiado el profesor--. iDioses
poderosos! iY no poder estar yo al lado de usted para defenderle durante
su sueno! ?Que hacer?...
Se pregunto esto varias veces, convenciendose al fin de que lo primero
que debia hacer era marcharse, pues el miedo le hacia insufrible su
permanencia alli. Temia ser sorprendida en su regreso a la capital si
dejaba que cerrase la noche.
--Debo ser prudente, gentleman; el gobierno tal vez me vigila. Fijese:
iamigo de usted y amigo de Gurdilo!... Hay mas de lo necesario para que
me encierren en una prision. Pero volvere; yo le traere noticias. Cuente
con que mi amig
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