radas, no
encontrando en su atolondramiento palabras capaces de expresar su
asombro. Los mas locuaces solo sabian decir:
--?Sera posible?... ?Sera posible todo eso?
La actitud del gobierno les hacia ver que era posible eso y aun algo
mas, que no decian los periodicos, pero que las gentes se comunicaban en
voz baja.
Ya no era Balmuff el unico pais ganado por la revolucion. Los hombres de
otras regiones inmediatas se habian sublevado igualmente, y parecian
contar con el mismo invento de la coraza vaporosa repeledora de los
rayos negros. Todos ellos se pertrechaban a estilo antiguo en los
museos, venciendo instantaneamente con sus armas de repeticion a las
tropas gubernamentales. Indudablemente algun hombre dedicado a la
ciencia habia hecho en favor de los de su sexo un invento semejante al
de aquella sabia mujer venerada en el templo de los rayos negros.
Ahora las maquinas voladoras que iban llegando al palacio del gobierno
procedian de los mas diversos extremos de la Republica. En casi todas
las provincias acababan de sublevarse los hombres. En unas habian
vencido, en otras habian fracasado, porque las autoridades supieron
guardar y defender a tiempo los depositos de armamento antiguo.
Poco antes de cerrar la noche, los altos senores del gobierno, de
acuerdo con las instituciones parlamentarias, declararon en estado de
guerra a toda la Republica. Al mismo tiempo decretaron la movilizacion
de las mujeres menores de cuarenta anos, para que tomasen las armas, y
el alistamiento voluntario de los hombres que quisieran trabajar en los
servicios auxiliares y en los hospitales.
En el Senado, el publico lloro de emocion escuchando a Gurdilo el mas
desinteresado y sublime de sus discursos. Todo lo olvidaba ante la
inminencia del peligro comun. Beso y abrazo a los senores del Consejo
Ejecutivo, odiados por el hasta un dia antes. Ya no resultaban oportunos
los rencores politicos; todos eran mujeres y tenian el deber de morir
defendiendo el orden social, puesto en peligro por las utopias
anarquicas de unos cuantos varones ambiciosos o locos, olvidados de las
virtudes, respetos y jerarquias que forman la base de un pais
solidamente constituido.
El gran orador fue breve y luminoso en su arenga, repleta de consejos
para los gobernantes. Ya que un nuevo invento masculino hacia inutiles
por el momento los salvadores rayos negros, las mujeres sabrian valerse
igualmente del antiguo material de guerra de los hombres olvidado e
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