gigante para poder hablarle con toda confianza. Gillespie
lo coloco sobre la palma de su diestra y lo fue elevando hasta cerca de
sus ojos.
Una agradable sorpresa le conmovio entonces de tal modo, que por
instinto hubo de tomar al pigmeo entre dos dedos de su mano izquierda
para que no se cayese de la mano derecha.... Lo que el creia un hombre
era miss Margaret Haynes que venia a visitarle.
Su rostro, unico en el mundo, le sonreia encuadrado por los velos,
agradeciendo como un homenaje su extraordinaria sorpresa. Pero
inmediatamente penso que, aunque miss Margaret no era de gran estatura,
jamas habria podido el mantenerla sobre una de sus manos, como si fuese
un objeto de bolsillo. No podia ser miss Margaret, y siguiendo una
deduccion logica, descubrio que la que tenia ante sus ojos era
simplemente Popito.
El doctor hijo del Padre de los Maestros habia renunciado a su traje
universitario e iba vestido como la esposa de un menestral.
--Asi, gentleman--dijo ella, como si adivinase sus pensamientos--, es
imposible que me reconozcan. ?A quien se le puede ocurrir en nuestra
Republica que una mujer vaya vestida de mujer?
Y al decir esto miraba sus ropas con satisfaccion, como si se encontrase
dentro de ellas mejor que cuando vestia su uniforme doctoral.
--?Y Ra-Ra?--pregunto el gigante.
Ella bajo la voz para contar su vida de aventuras desde que se fugo de
la Universidad. Como el gobierno, influenciado por el Padre de los
Maestros, los hacia buscar en todas las ciudades de la Republica, habian
creido preferible no moverse de la capital.
Vivian en los barrios miserables inmediatos al puerto. Entre los hombres
envilecidos que el gobierno femenil empleaba como maquinas de trabajo
eran muchos los que habian abierto sus ojos a la verdad, pero lo
disimulaban fingiendo seguir en su antiguo embrutecimiento. Ra-Ra
contaba con el auxilio de muchos partidarios, que se encargaban de
mantenerle oculto. Del mismo modo que ella para librarse de las
persecuciones iba vestida de mujer, su amante habia abandonado el traje
femenil, imitando la semidesnudez de los atletas condenados a las faenas
rudas. La suciedad propia de su estado le servia para disimular su
rostro.
Asi vivian, satisfechos de su nueva situacion, participando de la
pobreza y las esperanzas de todo aquel rebano servil, que escuchaba a
Ra-Ra como a un apostol. El doctor era el encargado de cocinar y tambien
de limpiar la choza en que vivian, encontrando un p
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