transmitirle las ordenes de los constructores, le hablo con la dureza de
un carcelero.
--Esclavo-Montana--dijo--, no vuelva a repetir esos juegos de mal gusto,
so pena de morir estrangulado por las maquinas aereas o de que la
escuadra del Sol Naciente le rompa el craneo enviandole una nube de
piedras con sus catapultas.
Y el Esclavo-Montana--pues al separarse Flimnap de el habia dejado de
ser gentleman--se sumio otra vez en su resignacion servil.
Durante la noche tampoco podia pensar en fugarse. Las maquinas aereas
enviaban de vez en cuando la luz de sus faros sobre el cuerpo de
Gillespie, interrumpiendo su sueno. Ademas, los hombres que preparaban
su comida dormian en torno de el.
Eran esclavos todos ellos, gente innoble y de mala catadura. Muchos
habian sido perseguidos por la policia y habitado los establecimientos
penitenciarios. Ademas, todos ignoraban el idioma del gigante, y este
tenia que hacerse respetar empleando gestos amenazadores. Algunas noches
se veia obligado a colocarse junto a la hoguera que hacia hervir el
caldero de su comida, repeliendo con el terror de sus manos enormes a
toda la chusma voraz. Solo asi conseguia que los pescados no
desapareciesen de la vasija, quedando unicamente el caldo para el.
El primer dia festivo le dejaron libre de trabajo. No fue esto por
humanidad, sino porque los obreros que sujetaban con garfios de hierro
las rocas aportadas por el exigian descanso.
Gillespie pudo vagar durante la manana por la costa inmediata al puerto.
Un buque de guerra navegaba paralelo a la orilla para cortarle el paso
si se echaba al agua. Una maquina aerea le seguia con perezoso vuelo.
El gigante vio un edificio bajo, de paredes blancas, con extensas
columnatas, jardines y amplias escaleras de marmol que se hundian en el
agua azul. Recordo que Flimnap le habia hablado de este palacio,
construido por los antiguos emperadores para sus banos de mar.
Bajo las columnatas habia parterres llenos de flores. Los muros,
pintados por los mas viejos artistas del pais, representaban el
nacimiento y las aventuras de las divinidades maritimas. Despues de su
triunfo, la Republica de las mujeres habia regalado este palacio a las
amazonas del ejercito, que acudian todos los dias de fiesta a
ejercitarse en la natacion.
Vio Edwin como algunas damas que se paseaban con sus hijas por las
terrazas del blanco palacio huian apresuradamente, cual si se acercase
un peligro. Distinguio igualmente como iba
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