seos. Se despojo de su antiguo traje, que en realidad estaba
maltratado y con numerosas roturas, cubriendose luego con la suelta
tunica que le habian fabricado los sastres del pais. Finalmente se echo
sobre la cabeza un velo hecho de lona de la que fabricaban los pigmeos,
y que mas bien parecia la vela de un antiguo navio.
--Ahora debe usted salir, para que le vea la multitud--dijo Flimnap--.
Es necesario; lo exigen asi los representantes del gobierno.
--No--dijo rotundamente Gillespie.
Se convencio el profesor de que seria inutil su insistencia. Ademas, la
negativa del gigante parecia quebrantar su propia credulidad. ?Si
pretenderian enganarle a el tambien los enviados oficialas?... Los busco
fuera de la Galeria, volviendo con uno de ellos, que mostraba un rostro
sombrio, vacilando mucho antes de contestar a sus preguntas.
--Gentleman--grito Flimnap--: el digno senor que me acompana, asi como
los otros representantes del gobierno, afirman que puede usted salir de
aqui sin miedo y mostrarse al publico, pues su vida no corre ningun
peligro. ?No es asi, senor?--anadio, dirigiendose a su acompanante.
Este le contesto con unas cuantas palabras en el idioma del pais, y su
respuesta parecio satisfacer a Flimnap.
Al fin, el gigante, aburrido de tantas mediaciones y no queriendo que
los pigmeos le creyeran miedoso de su poder, accedio a salir de la
Galeria.
Un zumbido inmenso se levanto del suelo saludando su presencia. La
muchedumbre lanzo aclamaciones, pero estas no iban dirigidas a la
persona del Hombre-Montana, como dias antes, sino a su nuevo traje, en
el que veian un simbolo de abdicacion y de esclavitud.
Adivinando otra vez la hostilidad que le rodeaba, Gillespie quiso
retroceder hacia su vivienda, pero un leve abejorreo sono en torno a su
cabeza. Al levantar los ojos, pudo ver las sombras fugaces que
proyectaba en su evolucion circular toda una escuadrilla de maquinas
voladoras. Sintio un agudo latigazo en una muneca y luego otro igual en
la muneca opuesta. A continuacion, una especie de lombriz metalica, fria
y cortante, se arrollo a su cuello. Los aviones arrojaban sus cables
metalicos animados por una vida electrica, y estos iban reptando sobre
su cuerpo, enroscandose a todas las partes salientes en las que podian
hacer presa sus anillos. En un instante se sintio prisionero e
inmovilizado por este manojo de serpientes atmosfericas. Sintio que su
colera le daba una fuerza sobrehumana, y quiso retrocede
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