Para el lo interesante era
saber que el gentleman no iba a morir. Hasta penso que ofreceria un
aspecto mas gracioso vestido con arreglo a las indicaciones del tribuno.
Siempre le habia causado un malestar indefinible verlo con pantalones,
lo mismo que una mujer, contra todas las conveniencias establecidas por
las costumbres y la gloriosa historia del pais.
Al caer la tarde se dirigio a la vivienda del Gentleman Montana. Despues
de salir del Senado habia pretendido sin exito alguno hablar con el
presidente del Consejo Ejecutivo. Su personalidad gloriosa parecia
disolverse asi como iba decreciendo la curiosidad simpatica por el
gigante. Las gentes volvian a no conocerle. Varios periodistas pasaron
junto a el sin pedirle su opinion. Los que antes le detenian en la calle
haciendole preguntas sobre el Hombre-Montana casi lo atropellaban ahora
con sus maquinas terrestres. La mujer de negocios que le habia propuesto
un viaje triunfal por toda la Republica dando conferencias en compania
del coloso volvio la cabeza al cruzarse con el.
En los salones de espera del jefe del Consejo aguardo inutilmente unas
dos horas. Los empleados le ignoraban voluntariamente. Vio a Momaren que
salia del despacho del presidente. Al cruzarse con el profesor, que le
saludo con una profunda reverencia, el Padre de los Maestros solo tuvo
para el una mirada fria y un murmullo ininteligible. Al fin, Flimnap,
convencido de que habia pasado su periodo de gloria y de influencia,
salio del palacio del gobierno.
Cerca de la altura en cuya cumbre estaba la Galeria de la Industria,
noto un movimiento extraordinario. Llegaban por diversas avenidas
batallones de mujeres armadas con arcos y lanzas. Vio presentarse ademas
un escuadron de la Guardia gubernamental y numerosos destacamentos de la
policia masculina y barbuda, que abandonaban la vigilancia de las calles
para acudir a esta concentracion guerrera.
Su corazon se oprimio con el presentimiento de que todo este aparato
belico era a causa de alguna otra inconveniencia cometida por el
gigante. Sobre la cumbre de la colina flotaban varias maquinas
voladoras. Otras iban aproximandose a toda fuerza de sus motores,
viniendo de distintos puntos del horizonte. Una alarma reciente habia
puesto, sin duda, sobre las armas a todas las tropas que guarnecian la
capital.
Flimnap considero una gran suerte su encuentro con varios individuos del
gobierno municipal que le habian acompanado el dia anterior en la fiest
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