habia pasado. Por estas
aberturas completamente desprovistas de cortinas sorprendio sin quererlo
las desnudeces matinales de numerosas mujeres que se acostaban tarde y
se levantaban tarde igualmente, procediendo a sus operaciones de higiene
con la ventana abierta, sin acordarse de que habia gigantes en el mundo.
Delante y detras de el evolucionaba la caballeria, dando trompetazos y
agitando sus sables. Los transeuntes y los vehiculos que se habian
quedado en la ciudad huian delante de estas cargas, y mas aun de los
inmensos pies, que con un simple roce se llevaban detras de ellos la
parte baja de una esquina.
Ra-Ra creyo estar gozando anticipadamente una parte del triunfo con que
sonaba a todas horas. Asomado al bolsillo del gigante, se consideraba
tan enorme como este, viendo empequenecidos a todos sus adversarios.
Siempre que el Hombre-Montana pasaba junto a un edificio publico, el
escupia desde la altura, como si pretendiese con esto consumar su
destruccion. Varias veces rio viendo moverse abajo, como despreciables
insectos, a los que estaban encargados de perseguirle. Como su voz solo
podia oirla el gigante, se expresaba con una insolencia revolucionaria.
--Gentleman--dijo designando con una mano el palacio del gobierno--,
este es el antro de la venganza femenina.
Edwin dio una vuelta en torno a la enorme construccion, asomandose por
encima de los tejados a sus patios y jardines. Lo mismo hizo en varios
edificios publicos. Vio de lejos otro palacio grandioso, y como
adivinase que era la Universidad por las grandes lechuzas doradas que
coronaban las techumbres conicas de sus torres, quiso ir hacia el; pero
Ra-Ra le disuadio.
--Mas tarde, gentleman. Alli descansara usted.
Y dirigio su marcha hacia el puerto.
A pesar de que el dia era festivo, los buques anclados en el empezaron a
hacer funcionar los aparatos mugidores que usaban en los dias de niebla,
dedicando al gigante un saludo ensordecedor. En los navios de la
escuadra del Sol Naciente, las tripulaciones, formadas sobre las
cubiertas, agitaron sus gorros, aclamandole. El Hombre-Montana contesto
a este saludo general moviendo sus dos manos y luego se inclino
cortesmente.
--iCuidado, gentleman! iAcuerdese que estoy aqui!--grito Ra-Ra.
Con el inesperado movimiento de su conductor, el pigmeo habia saltado
fuera del bolsillo y se mantenia agarrado al borde.
La mano misericordiosa del coloso le volvio a su seguro refugio; pero
despues de esta aven
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