on patriotica, y hasta los
hombres se agregaban a la fiesta, sin acordarse de que la inventora de
los rayos negros habia sido su peor enemigo.
Una gran feria, abundante en diversiones para la muchedumbre, ocupaba
los jardines del templo. De lejanas ciudades llegaban por el espacio
flotillas de aparatos voladores, depositando en el lugar sagrado nuevos
grupos de peregrinos.
El profesor Flimnap, de acuerdo con los individuos del gobierno
municipal, habia compuesto un programa dando a la vez satisfaccion a la
curiosidad del gigante y a la curiosidad del pueblo. Gillespie debia
colocarse en las primeras horas de la manana a la entrada de la ciudad,
en el camino conducente al templo de los rayos negros. Asi le podria ver
todo el vecindario mientras marchaba a la peregrinacion nacional. Cuando
la muchedumbre se hubiese alejado, el gigante podria entrar por las
calles casi desiertas, sin riesgo de aplastar a los transeuntes.
Asi fue. El dia senalado, Gillespie, siguiendo a una maquina terrestre
montada por su traductora y varios individuos de su Comite, llego al
citado lugar. La muchedumbre habia emprendido ya su marcha hacia el
templo, y la presencia del gigante produjo enorme desorden. En vano los
jinetes de la cimitarra dieron varias cargas para dejar un espacio libre
de gente en torno de Gillespie. A estas horas de la manana la
muchedumbre era de los barrios populares, y mostro un regocijo agresivo
y rebelde. Bailaba al son de sus instrumentos, obstruyendo el camino, y
se negaba a obedecer a la fuerza publica cuando esta pretendia alejarla
del Hombre-Montana.
Todos querian tocarle despues de haberle visto. Se subian sobre sus
zapatos, se metian en el doblez final de sus pantalones. Algunos
curiosos que eran de gran agilidad, por exigirlo asi sus oficios,
intentaron subirse por las piernas agarrandose a las asperezas que
formaba el entrecruzamiento de los hilos del pano.
Hubieron de intervenir finalmente las autoridades que vigilaban esta
salida de la ciudad. Un destacamento de la Guardia gubernamental,
llegando en auxilio de la policia, libro al gigante del asalto de la
muchedumbre. Al fin se encontro el medio de que todos pudieran
contemplar al Hombre-Montana sin que el desfile se cortase y sin que el
templo de los rayos negros se viera abandonado por primera vez desde su
fundacion.
Como el gigante, colocado en medio del camino, era a modo de un dique
que contenia el curso de la gente, le hicieron alejarse un
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