lgo que nos dara la victoria,
y yo vendre a salvarle, gentleman, antes de que ordene su muerte el
gobierno de las mujeres.
X
En el que se ve como el Hombre Montana conocio al fin la Ciudad-Paraiso
de las Mujeres, y la deplorable aventura con que termino esta visita
Despues de numerosas peticiones al municipio de la capital y de no menos
entrevistas con los personajes allegados al gobierno, consiguio Flimnap
ver aceptado el programa de diversiones que habia ido formando para
recreo de su amigo el gigante.
Una noche guio al Gentleman-Montana hasta una colina desde cuya cumbre
se podian contemplar verticalmente dos grandes avenidas de la capital.
Gillespie encontro interesante el hormiguero que rebullia y centelleaba
bajo sus pies.
Un resplandor de aurora ligeramente sonrosado iluminaba las calles, sin
que el pudiese descubrir los focos de donde procedia. Tal vez emanaba de
misteriosos aparatos ocultos en los aleros de los edificios. Pero lo que
mas admiro fue el continuo transito de los vehiculos automoviles. Todos
afectaban formas un poco fantasticas del mundo animal o vegetal,
llevando en su parte delantera faros enormes que fingian ser ojos y
cruzaban el iluminado espacio con chorros de un resplandor todavia mas
intenso.
La Ciudad-Paraiso de las Mujeres le parecio muy grande y digna de ser
visitada.
--No tardara usted en verla toda--dijo el profesor--. Ya tengo el
permiso del gobierno. Aprovecharemos la gran fiesta de los rayos negros.
Y fue explicando a Gillespie sus gestiones para conseguir esta
autorizacion y el motivo de que el gobierno hubiese fijado para dos dias
despues la visita del Hombre-Montana a la capital.
Habia que aprovechar una conmemoracion historica, porque en tal fecha la
mayor parte del vecindario abandonaba sus viviendas para visitar cierto
templo de las inmediaciones. Era el glorioso aniversario de la invencion
de los rayos negros, considerada como el origen de la Verdadera
Revolucion. Todos en dicho dia querian ver la casita y el laboratorio
donde la benemerita sabia habia hecho su descubrimiento: modestos
edificios cubiertos ahora por la techumbre de un templo majestuoso, en
torno del cual se extendian vastisimos jardines.
La capital casi quedaba desierta despues de mediodia. Unicamente las
personas de distincion continuaban en sus casas o se reunian en
aristocraticas tertulias, para no mezclarse con la gente popular. El
resto del vecindario acudia a la peregrinaci
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