an riendo de estas trombas liquidas.
Cuando subio a su vivienda, vio que la servidumbre trabajaba ya en torno
de las cocinas, preparando el gigantesco almuerzo.
Ocupo Edwin su escabel, apoyando los codos en la mesa; pero al abarcar
con su vista la planicie de madera, tuvo un agradable encuentro. Habia
alguien mas que los atletas que dormitaban junto a la grua. Sentados en
el lomo del libro de poesias traido por Flimnap, y que hacia ahora
oficio de banco, vio a Popito y a Ra-Ra. Los dos amantes conversaban con
las manos unidas y mirandose a corta distancia.
--No se molesten ustedes--dijo el gigante--. Continuen.
Pero estas palabras resultaban ironicas, pues ninguno de los dos se
habia movido al llegar el Hombre-Montana ni parecieron enterarse de su
presencia.
Gillespie no pudo ofenderse por este egoismo, propio de enamorados.
Tambien el cuando habia conseguido una entrevista con miss Margaret en
un paseo de Nueva York o en un jardin de California, era capaz de no
mostrar el menor interes ni llevarse la mano al sombrero aunque pasase
por su lado el presidente de la Republica. El amor tiene bastante con
sus propios asuntos y no deja espacio a las otras curiosidades de la
vida.
--Ha hecho usted bien, doctor Popito--continuo alegremente--, en
aprovecharse cuanto antes de mi permiso. Hablen todo lo que quieran.
Aqui tienen al Padre de los Enamorados, que los defendera del Padre de
los Maestros y de todos los Consejos que intenten su persecucion. Sobre
esta mesa pueden considerarse mas seguros que sobre la mas alta montana.
Me basta dar un puntapie a sus patas para demoler todos los caminos de
subida, cortando el paso a los perseguidores.
Los dos amantes agradecieron al Gentleman-Montana su proteccion. Pero a
pesar de esta gratitud, se adivinaba en ellos que hubiesen preferido
verse solos, sin la obligacion de conversar con el gigante.
Gillespie tambien excuso tal egoismo; lo mismo le ocurria a el cuando
hablaba con miss Margaret. Pero aquella manana sentia un vivo deseo de
ponerse en comunicacion con estos dos seres que reproducian su propia
existencia como una miniatura reproduce un rostro humano.
--Desde que tuve el gusto de conocerle, doctor Popito--continuo--,
llevo en mi memoria una pregunta, y aprovecho la oportunidad para que me
la conteste. ?Como usted, una mujer, ama a este hombre terrible que
desea la derrota del gobierno femenino y que la sociedad vuelva a estar
constituida como antes de la Verda
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