. iTenga cuidado! En este momento recuerdo
que uno de nuestros viejos cronistas relata como una fiera de esta clase
mato, hace quinientos anos, al emperador Deffar Plune, valeroso cazador.
Pero el gigante, excitado por los perfumes silvestres y sintiendo
renacer su vigor con este deporte extraordinario a traves de una selva
que tal vez tenia mil anos y no era mas alta que su cabeza, rio del
miedo de la traductora y de los emperadores de cinco siglos antes.
En una replaza abierta entre espesos arboles persiguio a un jabali, que,
al verse acorralado, le acometio con espumarajos de rabia, pretendiendo
hundir sus colmillos en el cuero de sus zapatos. Pero una patada del
gigante lo envio por alto, yendo a estrellarse contra un arbol copudo y
robusto semejante a un cedro. Luego, en un sendero, agarro a un ciervo
en mitad de su fuga veloz y lo subio a la altura de su pecho,
colocandolo a corta distancia de Flimnap, de modo que el asustado
animal, al mover la cabeza, casi le tocaba con las puntas de su
cornamenta.
El profesor cayo desmayado de miedo en el fondo del bolsillo, mientras
el gigante volvia a inclinarse sobre la tierra para dejar al ciervo en
libertad.
Tuvo que atender a su traductora, sacandola de su refugio, despues de
esta broma un poco ruda. Se sento en el suelo, rompiendo bajo su peso
varios arboles. Luego metio una mano en un arroyo proximo, pasando dos
dedos sobre la cara de su acompanante. Esta empezo a despertar bajo la
caricia humeda.
--iOh, gentleman!--suspiro con acento de reproche--. ?Por que me ha dado
ese susto?... iYo que le amo tanto!
A pesar de este tono de queja, se notaba en su voz y en sus ojos una
expresion adorativa, como si estuviese dispuesta a sufrir nuevos
terrores a cambio de contemplar la majestuosa autoridad que ejercia su
amigo sobre una selva donde habian temblado de emocion tantos cazadores
valerosos.
El gigante la dejo por unos momentos sentada al borde del arroyo, para
meterse otra vez entre los arboles.--Quiero llevarme un recuerdo de
esta visita--dijo a Flimnap.
Y el profesor vio como cogia con ambas manos un arbol que le llegaba a
la cintura, empezando a moverle a un lado y a otro, cual si pretendiese
arrancarlo del suelo.
Una nube de hojas envolvio al gigante. Varios pajaros se escaparon
lanzando chillidos. El arbol crujia cada vez mas ruidosamente, hasta que
al fin se rompio junto a las raices. Gillespie fue tronchando sus ramas,
y asi pudo fabricarse un ba
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