pontaneamente, me he atrevido a
proponer varias. Quiero que un dia le dejen visitar la capital. Esto es
mas dificil que parece a primera vista. Habra que suspender la
circulacion en las calles para que usted, al marchar, no aplaste a unos
cuantos centenares de transeuntes y para que nuestros vehiculos
terrestres no le corten los pies con sus ruedas. La gente solo le vera
desde las ventanas y los tejados.
Como le digo, esto no es facil, y solo puede realizarse despues que se
reuna el gobierno municipal y decrete la suspension del trafico por unas
horas.
Tambien he hablado al ministro de la Guerra, y esta dispuesto a enviarle
un batallon de muchachas, las mas jovenes y agiles, para que hagan
maniobras sobre esta mesa y ejecuten varias danzas guerreras. Otras
diversiones tengo pensadas, pero solo podran realizarse mas adelante,
pues exigen larga preparacion.
El recreo mas inmediato sera manana. Usted necesita el aire del campo,
dar un paseo digno de sus piernas, y el gobierno me ha autorizado para
que le lleve al parque secular, donde nuestros antiguos emperadores se
dedicaban a la caza durante sus veraneos. Tres dias de viaje echaban
aquellos despotas en sus pesadas carretas para llegar a dicha selva,
poblada de toda clase de animales feroces. Ahora, con nuestros vehiculos
automoviles, vamos en tres horas, y usted, gentleman, tal vez haga el
camino en menos tiempo.
Vera usted cosas maravillosas en aquellas frondosidades, que, segun la
credulidad de nuestros remotos abuelos, fueron habitadas por los
primeros dioses. Encontrara arboles casi de su estatura y tal vez
bestias de caza muy interesantes.
Edwin acepto la invitacion con entusiasmo. Deseaba conocer algo mas que
el eterno espectaculo de la capital vista por los tejados, y el rio, en
el que unicamente le permitian moverse dentro de un reducido espacio.
Paso la noche inquieto por esta novedad, despertandose con frecuencia, y
apenas hubo empezado a apuntar el alba salio de la Galeria,
encontrandose con que el profesor Flimnap le aguardaba ya acompanado por
dos individuos mas del _Comite de recibimiento del Hombre-Montana_. Un
destacamento de amazonas armadas con arcos llenaba tres vehiculos
enormes, sin duda para recordar al gigante que no era mas que un
prisionero.
Las dos maquinas voladoras que permanecian dia y noche sobre el enorme
edificio abandonaron su inmovilidad, lanzandose a traves del aire como
para indicar la direccion al cortejo terrestre.
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