ia abandonado ya la planicie de la mesa, se dirigio hacia uno de los
escotillones, despidiendose antes de Ra-Ra con varios besos.
--Volvere--dijo apresuradamente, ahora que conozco tu escondrijo.
Pretextare un deseo de estudiar de cerca el modo de vivir del gigante.
Despues de tales palabras quiso correr, pero se vio detenida en mitad de
su carrera por un obstaculo. El Hombre-Montana habia colocado una de sus
manos sobre la mesa, manteniendola en posicion vertical, con el pulgar
en alto.
Tropezo la joven con los almohadillados carnosos de su palma, y al mismo
tiempo una voz enorme que se esforzaba por ser dulce llego a sus oidos
desde lo alto:
-Doctor Popito, puede usted volver cuando quiera: el Hombre-Montana la
invita. Si Momaren es el Padre de los Maestros, yo deseo ser el Padre de
los Enamorados.
IX
Donde el gigante va de caza y Popito expone sus ideas sobre el gobierno
de las mujeres
Cuando el bondadoso Flimnap se presento al dia siguiente, Edwin le hizo
una pregunta que tenia preparada desde la tarde anterior.
Adivino que el profesor hembra le traia buenas noticias, a juzgar por la
expresion alegre de su rostro; pero antes de que se enfrascase en su
relato y tal vez en la manifestacion de sus tiernos sentimientos, quiso
satisfacer la propia curiosidad.
-Digame, doctor: ?Momaren tiene una hija?
Al oir estas palabras, Flimnap perdio su alegre gesto. No se acordaba en
aquel momento del mencionado personaje, y la pregunta del gigante
resucito en su memoria las molestias y los temores del dia anterior.
-Si, gentleman; tiene una hija, como usted dice, o como nosotros
decimos, un hijo, que pertenece a la Universidad y podria ser una de sus
mejores glorias. Pero el doctor Popito, ademas de proporcionar al Padre
de los Maestros abundantes molestias en el presente, le recuerda un
pasado de sucesos muy tristes.
Viendo que Flimnap callaba, el gigante indico con un gesto su deseo de
saber algo mas; pero el universitario se nego a seguir hablando si no se
colocaba antes en una oreja aquel aparato que permitia oir las voces mas
tenues. Temia contar a gritos la historia de las desgracias familiares
de su poderoso jefe. Una indiscrecion de tal clase aumentaria la
frialdad que le mostraba Momaren despues de lo ocurrido en la tarde
anterior.
Solo al ver que Gillespie hacia uso del microfono, siguio diciendo en
voz baja:
--La historia del Padre de los Maestros es la historia de todas las
mujeres
|