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por aquella voz de trueno, comprendio perfectamente la ultima afirmacion
del gigante, que le hizo agitarse de emocion en su asiento.
--Digale--apunto por lo bajo a Flimnap--que sus poesias tambien son
magnificas y me gustaron mucho cuando las lei traducidas por usted.
Jamas habia experimentado un orgullo profesional ni una satisfaccion de
amor propio comparables a los de este momento. Todos los que admiraban
sus versos, incluso el glorioso Golbasto, tenian voces iguales a las de
los otros humanos, y sus elogios eran siempre identicos. Pero oirse
alabar ahora por este trueno que venia de lo alto y que en el caso de
ponerse el gigante de pie podia resonar hasta por encima de las nubes,
representaba para Momaren una glorificacion casi divina.
En los primeros momentos, la semejanza de Gillespie con un ser
indeterminado y misterioso le hizo pensar en todos sus enemigos,
considerando esta semejanza hostil para el. Ahora creia, por el
contrario, que debia parecerse el gigante a algo muy superior, y hasta
llego a pensar si su rostro seria el recuerdo de un dios entrevisto por
el en sus ensuenos.
El profesor Flimnap le obedecio, dirigiendo al gigante un segundo
discurso para repetir los elogios con que el Padre de los Maestros
contestaba a las alabanzas de Gillespie. Pero este empezo a fatigarse de
la monotonia de una entrevista en la que la vanidad literaria de Momaren
daba el tono a la conversacion.
Mientras fingia escuchar el discurso de Flimnap, sus ojos vagaron de un
lado a otro examinando los diversos grupos situados sobre la planicie de
la mesa. De pronto su atencion caprichosa se concentro en el lado donde
se aglomeraba la gran masa de sus servidores.
Creyo reconocer a Ra-Ra en uno de los hombres con vestidura femenil que
estaban al frente de los siervos medio desnudos. Debia ser
indudablemente el propagandista del "varonismo", el rebelde acosado,
que, oculto bajo sus velos, se daba el placer de pasar y repasar con
diversos pretextos cerca de Momaren, al que parecia tener por el mayor
de sus perseguidores.
Le siguio Gillespie con los ojos en todas sus evoluciones alrededor del
inmovil cortejo universitario. Por un momento sospecho si se propondria
hacer algo contra el Padre de los Maestros. Luego una luz nueva parecio
extenderse por el pensamiento de Edwin.
Se explico de pronto el motivo de que Ra-Ra odiase al severo Momaren.
Este joven resultaba una reduccion exacta de su misma persona, y e
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