ecio detras,
rigido y en profundo silencio, esperando que sonase la voz autorizada
del maestro de los maestros. Hasta los doctores revoltosos cesaron en
sus risas juveniles y sus atrevidos comentarios al sentarse Momaren.
Este se llevo a un ojo la lente facilitada por Flimnap, y al ver de
cerca el rostro del gigante, reducido casi a las proporciones de un ser
de su misma especie, no pudo reprimir un movimiento de sorpresa. Quedo
contemplandole con una expresion reflexiva que revelaba intenso trabajo
mental. Al fin murmuro, dirigiendose a Flimnap, pero sin apartar su
mirada del gigante:
--?A quien se le parece, profesor?... Yo he visto esta cara en alguna
parte.... No puedo recordar con exactitud, pero es absolutamente igual a
una persona que he visto muchas veces.... ?Quien sera?
Flimnap murmuro palabras vagas para excusar su ignorancia. Lamentaba no
poder ayudar a su ilustre jefe en este trabajo de la memoria. Pero
aunque su voz era reposada y su gesto tranquilo, la inquietud hizo
correr por su cuerpo ondas nerviosas de diversas temperaturas. Sabia
perfectamente a quien se asemejaba el gigantesco gentleman, pero tuvo
buen cuidado de no revelarlo al Padre de los Maestros.
Por su parte, Gillespie se mostraba tan impresionado como el traductor.
Al ver que el poderoso visitante se ponia un vidrio ante un ojo para
conocerle con mas exactitud, el creyo del caso hacer lo mismo, por
cortes reciprocidad.
Tomo la gran redondela de cristal que estaba sobre la mesa, y al
colocarla en uno de sus ojos fue tal su emocion, que falto muy poco para
que el disco duro y transparente cayese como un proyectil, matando a
varios doctores del cortejo.
--Debo estar sonando--se dijo el ingeniero--. Esto no puede ser.
Resultan demasiadas sorpresas juntas para que yo acepte como realidad lo
que veo en este momento.
Dos dias antes se habia contemplado a si mismo en forma de pigmeo y
vestido de mujer. Aquel Ra-Ra era otro Edwin Gillespie; tan exacta
resultaba la semejanza. Y ahora....
--No hay duda; estoy durmiendo--volvio a decirse--. Esto es imposible.
Pero no necesito de largas reflexiones para dar por falsa la idea del
ensueno. Habia que aceptar todos los caprichos de una realidad que
parecia complacerse en provocar su asombro, ofreciendole maravillosas
semejanzas.
Al convencerse de que estaba despierto y bien despierto, encontro cierto
placer en examinar todos los detalles fisicos del ilustre Momaren, que
hacian de su per
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