de la Cordillera hablando al amparo de unos
matorrales.
Habian desmontado y tenian sus caballos de las riendas. Uno de los
hombres iba vestido de modo diferente a sus camaradas, y mas que
jinete del campo parecia un trabajador de la Presa. Manos Duras le
daba explicaciones, que el otro iba aceptando en silencio,
aprobandolas con leves parpadeos. Este hombre monto a caballo, y Manos
Duras y sus dos companeros le siguieron con los ojos hasta que
desaparecio entre los grupos de aspera vegetacion.
--El viejito va a ver lo que le cuesta amenazarme dijo el gaucho con
una sonrisa rencorosa.
Uno de los cordilleranos, apodado _Piola_, que por su edad y sus
ademanes autoritarios parecia ejercer cierta influencia sobre sus dos
acompanantes, movio la cabeza como si dudase de tales palabras. El
plan de Manos Duras le parecia excelente, pero no encontraba aceptable
que se quedase en el pais un dia o dos luego de dar el golpe. Era
mejor emprender todos juntos e inmediatamente la retirada hacia la
Cordillera.
--Dejeme, compadre; yo me entiendo--contesto el gaucho--. Necesito
antes de irme cobrar algo que me han prometido. Tal vez sea esta misma
noche, y manana me junto con ustedes.
Contaba con su caballo, del que hizo grandes elogios, y que le
permitiria obtener una gran ventaja sobre sus camaradas, alcanzandolos
en el camino. El podia correr con mas ligereza al ir solo, y sus
amigos marcharian embarazados por el bagaje.
Mientras tanto, su enviado galopaba hacia la estancia de Rojas. Al
llegar a una tranquera la abrio, continuando su marcha por los campos
de don Carlos.
Cerca del edificio principal salio a su encuentro Cachafaz, avisado
por los ladridos de unos perros que daban saltos ante las patas del
caballo, pretendiendo morderle. Los espanto el pequeno con sus gritos,
escuchando despues con la gravedad de una persona mayor lo que le dijo
el emisario.
Fue tanta su alegria al recibir el recado, que olvidando al jinete
corrio hacia la estancia.
Don Carlos estaba en su comedor tomando el decimo mate de la manana.
Celinda, con vestido femenino, ocupaba un sillon de junco y parecia
entregada a melancolicos pensamientos. El mestizo entro gritando:
--Patron, el comisario dice que vaya ahorita mismo al pueblo. Han
tomado preso al que robo nuestra vaca.
Regocijado el estanciero por la noticia siguio a Cachafaz, sin soltar
por esto la calabacita del mate, chupando, mientras marchaba, la
bombilla de plata. Queria q
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