loroso para concentrar su memoria. Al fin, dijo otra vez con
desaliento:
--iHan pasado tantos hombres por mi vida!...
Sus ojos reflejaron de pronto la inquietud, luego el miedo, y ahora
fue ella la que se echo atras con una expresion de animal asustado,
como si temiese al hombre que tenia enfrente.
--Al fin le reconozco--murmuro--. Si, es usted; muy cambiado, pero es
usted. Nunca lo hubiera conocido, de no evocar esas cosas pasadas.
Parecia haber recobrado su energica voluntad, y pudo mirar largo rato
a su acompanante, sin sentir miedo. Luego anadio con voz fosca:
--iMejor habria sido no vernos nunca!
Quedaron los dos en largo silencio. Elena parecia haber olvidado la
existencia de aquella botella que continuaba acariciando maquinalmente
con sus dedos. La curiosidad del espanol pugno contra este mutismo.
--?Que fue de Moreno?...
Ella le escucho con una expresion de duda y extraneza, como si no le
entendiese. Se adivinaban en sus ojos los esfuerzos de un trabajo
mental profundamente removedor. "?Moreno? ?Quien podia ser este
Moreno? iElla habia conocido tantos hombres!"
Como si apelase al auxilio de un medicamento se sirvio una nueva copa,
bebiendola avidamente, y su rostro parecio iluminarse al sonreir.
--Ya se de quien me habla... Moreno; un pobre hombre, un iluso. No se
nada de el.
Insistio Robledo en sus preguntas, pero le fue imposible a Elena
encontrar en su memoria una imagen clara y fija de aquel desaparecido.
--Creo que murio. Se fue a su tierra, y alla debio morir ?Dice usted
que no volvio nunca?... Pues entonces moriria aqui. Tal vez se mato.
No se... Si tuviese que recordar las historias de todos los hombres
que he conocido, hace anos que estaria loca. iNo cabrian en mi
cabeza!...
Robledo, con una curiosidad severa, continuo sus preguntas.
--?Y la hija de Pirovani?...
Volvio a llevarse ella las manos a las sienes, hundiendo los dedos en
el pelo rubio, escandalosamente rubio, de sus falsos bucles. Al mismo
tiempo, una mueca violenta que reflejaba su enorme esfuerzo mental
hizo bailotear un poco las dos filas de sus dientes, igualmente
escandalosos por su blancura.
--?Pirovani?... iAh, si! Aquel italiano que vivia en Rio Negro y al
que robo Moreno... No se; creo que nunca volvimos a hablar de su hija.
Moreno gastaba y gastaba mientras tuvo que gastar, y yo le iba
ensenando los placeres de la vida. iPobre tonto!...
Quedo encogida en su asiento y con la cabeza baja despues de
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