chachita de la Pampa a la que le daban un nombre de flor.
Estos recuerdos, los unicos que resurgian en su memoria vivos y bien
determinados, le inspiraron la amarga tristeza que infunde el bien
ajeno.
Se miro a si misma con una conmiseracion despectiva, como si se
contemplase por primera vez. Ella que se habia creido durante muchos
anos el centro de lo existente, se veia en lo mas bajo, y aun
adivinaba nuevos abismos por los que seguiria rodando, pues para la
desgracia nunca hay termino.
Los demas podian evocar su pasado con una melancolia dulce. Era un
placer igual a una musica suave y antigua, a un perfume de ramo
marchito. Los recuerdos de ella mordian como lobos rabiosos y la
perseguirian hasta la muerte. Por eso necesitaba vivir en una
inconsciencia animal, asesinando todos los dias su pensamiento con el
alcohol.
Quiso exteriorizar su desesperacion y murmuro, senalando a la otra
mujer medio ebria que dormitaba en el divan:
--Asi sere yo dentro de poco.
Se obscurecio su rostro, como si pasase sobre el la sombra de sus
ultimas horas, y bajando las pupilas anadio:
--Y luego morir.
Robledo permanecio silencioso. Habia sacado disimuladamente su cartera
de un bolsillo interior y contaba papeles debajo de la mesa. Ella
siguio murmurando, sin darse cuenta de que repetia sus mas ocultos
pensamientos:
--Tal vez alguien escriba entonces en los periodicos unas lineas
hablando de la llamada "Marquesa", y media docena de personas en todo
el mundo me recuerden. Tal vez ni esto, y quedare para siempre en el
fondo del rio. Pero ?tendre valor?...
Busco Robledo una mano de ella por debajo de la mesa, entregandole un
rollo de pequenos papeles.
--No debia tomarlo--dijo la mujer--. Yo solo puedo admitir dinero de
los que no me conocen.
Pero guardo en su pecho los billetes de Banco. Sus ojos,
repentinamente alegres, parecieron desmentir el tono de resignada
dignidad con que formulaba sus excusas por haber aceptado el donativo.
La mirada de Robledo era ahora de conmiseracion.
iPobre "bella Elena"! Habia pasado por la vida como pasan sobre los
mares australes los grandes albatros, orgullosos de su blancura y de
la fuerza de sus alas, abatiendose con una voracidad implacable sobre
las presas que descubren a traves de las olas, creyendo que todo
cuanto existe ha sido creado unicamente para que ellos lo devoren. Era
un aguila atlantica majestuosa y fiera, con el perfume salino de la
inmensidad y la carne cori
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