on el deseo
de ver la llegada de alguien.
--Ataquemosle--dijo en voz baja don Carlos.
Nada le importaba que el cordillerano tuviese su carabina pronta
sobre las rodillas. El y Watson contaban con sus revolveres.
--No hay que olvidar al otro que esta oculto--contesto el ingeniero.
--?Y que? Seran dos, y nosotros tambien somos dos... Voy a voltear a
ese bandido.
Tiro de su revolver con la idea de hacer fuego desde alli, sin tener
en cuenta la distancia; pero Watson le contuvo con su diestra,
murmurando al mismo tiempo junto a uno de sus oidos:
--Hay dos hombres mas, que no se donde estan. Esperemos a que lleguen
nuestros companeros.
Permanecieron en un estado de dolorosa indecision, fluctuando entre la
espera prudente o la loca aventura de atacar a unos enemigos cuyo
numero exacto ignoraban.
No tardo Watson en saber donde se habian ocultado los otros dos
camaradas del gaucho. Sonaron lejanos los furiosos ladridos de varios
perros. Piola dio un grito y Manos Duras salio del rancho, asomandose
a la esquina de adobes y quedando visible por unos momentos para los
que espiaban tendidos entre los matorrales.
Eran los cordilleranos que llegaban. Despues del rapto se habian
dirigido al rancho de Manos Duras para traer la tropilla de caballos
que debia acompanarles en su viaje a los Andes, asi como los viveres y
demas objetos necesarios en tan larga expedicion. Los perros del
rancho se hablan incorporado a la tropilla.
Algun tiempo despues fueron entrando en la arenosa explanada los dos
jinetes, armados con carabinas, y seis caballos en libertad que
formaban un grupo compacto, sosteniendo sobre sus lomos sacos y fardos
sujetados con cuerdas. Los tres perros de Manos Duras, despues de
saltar junto a las ruinas saludando con alegres ladridos a su amo
invisible, se mostraron inquietos y empezaron a husmear en torno a
ellos. Luego prorrumpieron en aullidos feroces. Babeando de rabia y
con los colmillos amenazantes intentaban subir la arenosa cuesta,
retrocediendo a continuacion para avisar a los gauchos la presencia
del enemigo oculto.
Los dos jinetes, que aun no habian desmontado, despues de silbarles
inutilmente participaron de su inquietud, mirando con ojos hostiles
los matorrales de la altura proxima.
--Nos han descubierto--murmuro el estanciero--. Mejor: asi acabaremos
de una vez.
El norteamericano, reconociendo la imposibilidad de hacer otra cosa,
le siguio ladera abajo hasta donde estaba el caball
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