s disparos con otros, pero despues se
contuvo. No le quedaban mas que tres capsulas. En la manana, al salir
de su estancia para ir simplemente a la Presa, se habia cenido el
cinturon del revolver, sin poner cartuchos de repuesto en los agujeros
de la canana. Solo podia contar ahora con estos tres tiros y con el
cuchillo que llevaba al cinto para las necesidades del campo. Ademas
tenia miedo de herir a su hija.
Como el gaucho iba mejor provisto de armas, siguio disparando tiros
durante su fuga, con gran prodigalidad.
Sintio el estanciero una nueva indignacion al darse cuenta de lo que
intentaba Manos Duras contra el.
--iGrandisimo bandido! iAhora tira a matarme mi flete!
Y el centauro criollo, diciendose esto, mostro tanta colera como al
ver en peligro a su hija.
A los pocos momentos, Rojas, que parecia soldarse a los caballos que
montaba, hasta formar un solo cuerpo con ellos, adivino bajo sus
piernas un estremecimiento de muerte. Saco agilmente sus pies de los
estribos y se echo al suelo, al mismo tiempo que rodaba la pobre
bestia, arrojando por el pecho un cano de sangre igual al chorro
purpureo de un tonel de vino que se desfonda.
Se vio el estanciero a pie, mientras el otro continuaba huyendo con su
hija sobre el arzon. Toda su voluntad la concentro en la mano que
sostenia el revolver, apuntando este contra el enemigo fugitivo.
Necesitaba matar su caballo.
Rojas, que no temia la lucha con las fieras ni con los hombres y pocas
veces habia conocido el miedo, temblo de emocion... iDar muerte a un
caballo! Era un excelente tirador, y sin embargo, hizo un disparo y
despues otro, sin que la cabalgadura del gaucho cesase en su galope.
Iba ya a disparar su ultima capsula, cuando el "flete" de Manos Duras
titubeo, marchando con mas lentitud, hasta que por fin dio una
voltereta mortal, levantando una nube de arena con su agonico
pataleo.
Corrio Rojas, pero antes de llegar al sitio de la caida, vio como el
gaucho se incorporaba, sacando un segundo revolver del cinto, sin
dejar de oprimir con el otro brazo a Celinda. Asi espero, con aire
amenazante, que se aproximase su perseguidor.
Pudo don Carlos avanzar todavia algunos pasos, pero Manos Duras
disparo contra el, pasando el proyectil tan cerca de su rostro, que
por un momento se creyo herido. Entonces Rojas se dejo caer para
presentar menos blanco, y fue arrastrandose, con el revolver en la
diestra. El gaucho no podia adivinar que solo le quedaba un tiro,
|