la exuberancia de su nutricion, permanecian con las
patas dobladas sobre la alfalfa, mirando, inapetentes, toda la riqueza
alimenticia que las rodeaba.
Watson y Celinda eran jovenes, tenian ilusiones y deseos, sabian en
que emplear su dinero. Ella conocia la voluptuosidad del lujo; su
marido podia sentir el mayor placer de los enamorados, mezcla de
satisfaccion y de orgullo, al regalar a Celinda todo lo que desease;
ipero el!... Ni siquiera le gustaban las molicies inocentes que hacen
mas grata la vejez. Le habia visitado la riqueza demasiado tarde,
cuando no le quedaba tiempo para aprender a ser rico.
Como habia pasado la mayor parte de la existencia simplificando su
vida y prescindiendo de comodidades, ya no necesitaba estas
comodidades. Celinda, la antigua amazona, y su esposo, tenian a la
puerta del hotel, desde las primeras horas de la manana, un lujoso
automovil. No podian vivir sin este vehiculo; parecia que lo hubiesen
poseido desde que nacieron. iAh, la juventud, con su maravillosa
facilidad de adaptacion para todo lo que representa placer o
riqueza!...
El espanol, solo en casos de urgencia se acordaba de tomar un
automovil de alquiler. Preferia marchar a pie o emplear los mismos
medios de locomocion de la gente poco adinerada.
--No es miseria ni avaricia--decia Celinda a su esposo cuando le
hablaba de Robledo, al que habia estudiado con su fina observacion de
mujer--; es simplemente olvido y falta de necesidades.
Los dos ingenieros salieron de su abstraccion al oir de nuevo la voz
de la joven.
--Y usted, don Manuel, ?que piensa hacer esta tarde?... ?Por que no me
acompana en mis visitas a los modistos, y asi podra hablar con motivo
de la frivolidad de las mujeres?...
Robledo no acepto la proposicion.
--Debo ver a un antiguo condiscipulo que desea mi ayuda para un
negocio. El pobre no ha hecho fortuna.
Era un ingeniero que durante la guerra habia dirigido una fabrica
dedicada a la produccion de municiones. Ahora la fabrica estaba
cerrada, y su dueno, despues de haber reunido en cuatro anos una
fortuna enorme, no sabia que hacer de ella. El ingeniero buscaba, sin
exito, un capitalista, para dedicarla por su cuenta a la produccion de
maquinaria agricola.
--Vive mas alla de Montmartre--continuo Robledo--; esta cargado de
familia, y voy a ver si prestandole unas docenas de miles de pesos,
que aqui resultan cerca de un millon de francos, puede abrirse paso.
Quiere mostrarme en su casa los pla
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