jeres.
Despues, mientras Celinda pensaba en su padre, los dos consocios iban
repasando mentalmente su actual prosperidad. Centenares de
agricultores procedentes de todos los paises de Europa habian
adquirido parcelas de la tierra regada, para formar sus huertas
llamadas "chacras". El enorme precio que el agua habia dado al suelo
era pagado a plazos por los colonos, en el curso de diez anos. Cada
trimestre ingresaban en su oficina cantidades enormes que iban a
quedar luego inmoviles en los Bancos.
Los canales avanzaban sus tentaculos por la antigua cuenca del rio
Negro, convirtiendo todos los anos tierras areniscas en campos
fecundos; y esto atraia incesantemente a nuevos emigrantes, doblando o
triplicando los ingresos de la sociedad. Y asi continuarian, anos y
mas anos, hasta amontonar una suma considerable de millones.
Robledo pensaba con melancolia en el destino de su riqueza enorme.
Llegaba a el cuando era viejo y no podia sentir la tentacion de los
placeres que enganan y entretienen a los demas mortales. Los hijos de
Watson y de Celinda serian archimillonarios, no conociendo nunca la
esclavitud del trabajo ni las angustias de la escasez de dinero, y al
ser hombres vendrian a derrochar en Paris una parte de su herencia
principesca, llamando la atencion por sus despilfarros y sus
brillantes cualidades de seres ociosos e inutiles. Atraido por la
fuerza del contraste, Robledo, hombre de trabajo que habia sufrido en
su existencia grandes estrecheces y amarguras, aceptaba con un
fatalismo risueno este final de sus esfuerzos, encontrandolo logico y
de acuerdo con las ironias de la vida.
Pensaba, ademas, en otro contraste que habia acompanado a su
enriquecimiento. Mientras el se hacia millonario, la mitad del mundo,
al otro lado de los mares, sufria los horrores de una gran guerra. Al
principio este cataclismo habia hecho peligrar su propia empresa. Los
colonos extranjeros abandonaban los campos de la Argentina para ir a
ser soldados en sus respectivas naciones. Pero luego se cortaba este
retorno al viejo mundo, y el reflujo humano traia nuevos cultivadores
a sus tierras.
Muchos que habia dejado en Europa doce anos antes enormemente ricos,
estaban ahora pobres o habian desaparecido. En cambio, el, que solo
era entonces un aspirante a la fortuna, un colonizador de incierto
porvenir, se sentia como abrumado por la exageracion de su
prosperidad. Se veia igual a las reses nuevas de don Carlos Rojas,
que, ahitas por
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