or senas si podia
acercarse, pasando al fin a su mesa.
--He creido mejor entrar aqui, para que hablemos. Muchas veces, a los
hombres no les gusta que los vean con una mujer en la calle. La
mayoria son casados. Usted tal vez lo es, como los otros.
Su voz era ronca; no recordaba la que el habia oido doce anos antes;
pero a pesar de esto, su conviccion iba creciendo. "Es ella--penso--.
Ya no es posible la duda." La mujer siguio hablando.
--Tal vez me equivoco. Usted debe ser soltero. No veo su anillo de
matrimonio.
Y miraba sonriendo las manos masculinas puestas sobre la mesa. Pero
otra cosa parecio preocuparla mas que el estado civil del senor que la
habia seguido. Volvio los ojos con cierta ansiedad hacia el mostrador,
donde estaba el camarero esperando su llamamiento.
--?Puedo tomar una copa?--pregunto--. Advierto a usted que el _whisky_
de aqui es magnifico. Imposible encontrarlo mejor en todo Paris.
Al ver que el asentia con un movimiento de cabeza, se aproximo el
camarero, y sin necesidad de preguntar que deseaba la parroquiana,
trajo por su propia iniciativa una botella de _whisky_ y dos copas.
Despues de llenar estas se alejo, no sin dirigir a Robledo una mirada
y una sonrisa iguales a las de la duena del establecimiento.
Bebio la mujer con avidez su copa, y al ver que el otro dejaba intacta
la suya, paso por sus ojos una expresion implorante.
--Antes de la guerra, el _whisky_ valia muy poco; ipero ahora!... Solo
los reyes y los millonarios pueden beberlo. ?Me permite usted?
Hizo Robledo un gesto indicador de que la cedia su parte, y ella se
aprovecho con apresuramiento de tal permiso.
El licor parecia repeler cierta torpeza mental que se reflejaba en la
lentitud de sus palabras, dando nueva luz a sus ojos y mayor soltura a
su lengua. Dejo de hablar en frances para preguntar en espanol:
--?De donde es usted? He conocido por su acento que es americano...
americano del Sur. ?De Buenos Aires tal vez?...
Movio la cabeza Robledo negativamente, y sin perder su gravedad solto
una mentira.
--Soy de Mejico.
--Conozco poco ese pais. Me detuve en Veracruz unos dias nada mas, de
vapor a vapor. La Argentina la conozco bien: vivi alla hace anos...
?Donde no he estado yo?... No hay lengua que no hable. Esto hace que
los senores me aprecien y muchas amigas me tengan envidia.
Robledo la miraba fijamente. Era Elena; ya no podia dudar. Y sin
embargo, no quedaba nada en su persona de la mujer conocida
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