motivo.
Robledo, que pasaba a caballo entre los grupos, adivino por algunas
palabras sueltas la colera que empezaba a conmoverlos. Precisamente en
aquellos momentos la expedicion iba desfilando ante la antigua casa de
Pirovani. Las mujeres eran las que se mostraban mas furiosas y
lanzaron los primeros gritos agresivos mirando las ventanas del
edificio.
--iMuera la Cara Pintada! iMuera la gran...!
Y soltaba redonda la mayor de las injurias femeniles. Presintiendo lo
que iba a ocurrir, torcio Robledo su marcha, avanzando hacia la casa y
colocando su caballo ante los ultimos peldados de la escalinata de
madera. Pero no consiguio verse obedecido ni aun por los hombres mas
adictos a el, que le habian acompanado en la expedicion.
Desoyendo sus consejos y sus ordenes, mujeres y chiquillos empezaron a
pasar por debajo de la panza de su caballo o a deslizarse por sus
flancos... Y detras de estos primeros asaltantes, los hombres fueron
invadiendo la entrada de la casa, excusandose con un gesto y un leve
saludo al pasar ante el ingeniero.
El asalto fue rapidisimo, abatiendose los obstaculos con esa facilidad
que parece centuplicar la fuerza de los ataques populares en dias de
revolucion triunfadora. La puerta cayo rota, y toda la ola humana se
revolvio un momento en su quicio, penetrando despues a borbotones en
el interior de la casa. Saltaron rotos los vidrios de las ventanas, y
poco despues empezaron a salir por ellas, como proyectiles, los
muebles, las ropas y toda clase de objetos. En vano algunos, mas
prudentes y serenos, protestaban del absurdo destrozo.
--iPero si eso no es de ella!... iSi todo pertenecia a don Enrique el
italiano!
La multitud se mostraba sorda; queria que fuese todo propiedad de la
"senorona", para de esta manera satisfacer su colera sin escrupulos. Y
continuaba dando gritos, en los que se repetia la palabra infamante.
De pronto, Robledo, que braceaba sobre su caballo dando ordenes
inutiles, consiguio hacerse oir. Los asaltantes parecian cansados.
Ademas, la decepcion de no encontrar a la hembra odiada habia
disminuido su actividad destructora. Pero la verdadera causa del
relativo silencio que permitio a Robledo restablecer su influencia fue
la llegada de un viejo trabajador espanol, retirado de las obras del
canal para dedicarse a llevar a las viviendas agua del rio en un carro
del que tiraba un misero caballejo.
Este hombre logro que le escuchasen con mas rapidez que el ingeniero.
L
|