de la entrevista de la
"senorona" con Manos Duras y lo que sospechaba ella que habian
convenido los dos.
Sebastiana quiso quedarse en la estancia, al lado de Celinda, sin
creer necesario para ello el permiso del patron.
El mismo don Carlos habia rogado a Watson que se quedase tambien hasta
el dia siguiente, en que volveria el.
--Tengo que hacer una cosita urgente en la Presa. Deseo decir unas
palabritas a cierta persona.
La voz meliflua del criollo, asi como su acento dulzon, eran para
meter espanto a cualquiera. Robledo intento disuadirle de este viaje,
adivinando sus intenciones. Con el se mostro Rojas mas explicito.
--Dejeme, don Manuel; necesito ver a esa imala... tal! que ha querido
perjudicar a mi nina. Me contentare con levantarle las polleras y
darle cincuenta golpes con este rebenque, asi... asi.
Y movia el latigo corto con su terrible tira de cuero.
Hubo de aceptar al fin el espanol que le acompanase hasta el pueblo,
convencido de lo inutil que era oponerse a sus propositos. Aun
perduraba en Rojas la furia homicida de su combate a muerte con el
gaucho, y Robledo esperaba abonanzarle cuando hubiesen transcurrido
unas horas.
Al entrar en la calle central vieron los expedicionarios aglomerados a
casi todos los habitantes de la Presa. Los jinetes delanteros iban
dando noticias al paso, y estas se transmitian, de grupo a grupo,
rapidamente. Todos celebraron la muerte de Manos Duras, como si con
ella se viese libre el pueblo de una gran calamidad. Los mas debiles
lamentaban que el comisario hubiese guardado en un rancho cerca de la
poblacion a los tres prisioneros para enviarlos al dia siguiente a la
carcel del territorio. La muchedumbre, con esa ferocidad colectiva que
surge en las primeras horas de una emancipacion largamente esperada,
queria destrozarlos, para vengarse de los miedos que la habia hecho
sufrir el gancho ya difunto.
La ultima noticia que hizo circular la locuacidad de los jinetes
delanteros sirvio para que esta indignacion comun encontrase donde
satisfacerse. Las revelaciones de Sebastiana fueron conocidas en un
momento por todos. Era aquella "senorona" la que de acuerdo con Manos
Duras habia organizado una venganza terrible; una venganza semejante a
otras que ellos habian oido contar a los lectores de novelas o visto
por sus ojos en las historias cinematograficas. La _gringa_ rubia
queria matar a la pobre nina de la estancia, hija del pais, tal vez
por envidia, tal vez por otro
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