omo
el. En su establecimiento, el cajon del mostrador estaba vacio. Ademas
podia decir adios a la esperanza de convertir sus arenosos campos en
ricas "chacras" de riego. Estaba pobre; mas pobre que cuando llego a
establecerse en esta tierra maldita.
Pero su fe en Robledo y la necesidad de consolarle hicieron que se
mostrase optimista.
--Todo se arreglara, don Manuel--repitio varias voces, pero sin
conviccion.
Don Manuel, viendo como las aguas insistian en su obra destructora,
paso de la tristeza a la colera. Sus ojos ya no miraban al rio. Tenian
la vaga expresion del que ha puesto su pensamiento muy lejos y ve lo
que no pueden ver los demas.
Recordo a Canterac y a Pirovani, tan intensamente como si los hubiese
encontrado el dia anterior. Vio despues un rostro de mujer sonriendo
con expresion maligna. A traves del tiempo y la distancia hacia sentir
aun la influencia de su paso por este rincon de la tierra. Ella era
en realidad la que destruia las obras.
El espanol cerro los punos. Se acordo del estanciero Rojas y lo que
este se proponia hacer con su rebenque para castigar las maldades de
aquella hembra. El hubiese hecho algo peor en el presente momento.
"Gualicho rubio--penso--, demonio perturbador de los hombres y de las
cosas... ien que mala hora te traje aqui!"
* * * * *
#XIX#
--Han transcurrido doce anos desde la ultima vez que estuve en
Paris... iAy! Reconozco que mi aspecto ha cambiado mucho.
Y Robledo, al decir esto, volvio a verse tal como se contemplaba todas
las mananas en el espejo, con ojos de conmiseracion, mientras procedia
a su limpieza matinal.
Era todavia vigoroso y gozaba de excelente salud; pero la vejez habia
empezado a marcar en el sus devastaciones. La cuspide de su craneo
estaba completamente despoblada. En cambio habia suprimido su bigote,
rasurandolo por el motivo de tener con mas abundancia las canas que
los pelos obscuros. Esta transformacion le habia dado, segun el,
cierto aspecto de clerigo o de actor, pero al mismo tiempo esparcia
por su rostro cierta frescura juvenil.
Ocupaba un sillon en el _hall_ de un hotel elegante de Paris, cerca
del Arco de Triunfo.
Frente a el estaba un matrimonio joven: Watson y Celinda. El paso de
los anos no habia hecho mas que afirmar los rasgos fisonomicos de
Ricardo, dando mayor estabilidad a su hermosura de atleta tranquilo.
La antigua Flor de Rio Negro tenia ahora una belleza estival de tra
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