nian cerradas puertas y ventanas. Las construcciones de
adobes estaban con los techos rotos y el huracan habia arrancado
igualmente las maderas de sus orificios de ventilacion. No se veia a
nadie en las calles. Solo quedaban los hombres que ya eran habitantes
del pais antes de que empezasen las obras. Parecia que durante los
cuatro meses de su ausencia hubiesen transcurrido diez anos.
Sufrio el tormento de largas y angustiosas inquietudes al permanecer
dias enteros en la orilla del rio, viendo con una indignacion
impotente como aumentaba el peligro. Las aguas eran cada vez mas altas
y tumultuosas, arrastrando en su corriente troncos de arboles que
venian tal vez de las vertientes de los Andes, o haciendo rodar
invisibles, por el fondo de su lecho, rocas enormes.
No le preocupaba el peligro de una inundacion. Era la suerte de las
obras incompletas, y no la seguridad de las personas, lo que le hacia
vivir en perpetua angustia. Examinaba todas las mananas, con la
atencion de un medico que ausculta a un enfermo, aquel dique que debia
obstruir el rio de orilla a orilla y estaba sin terminar, primeramente
por la distraccion amorosa de sus constructores y despues por su
rivalidad mortal.
El brazo mas largo del dique habia quedado incompleto a unos cuantos
metros del otro brazo que venia a su encuentro desde la orilla
opuesta. Las aguas, cada vez mas altas, cubrian estos dos muros,
marcando su oculta existencia con remolinos y espumarajos.
Como todos los que viven en incesante peligro, Robledo empezo a
sentirse supersticioso, recomendandose en su interior a varias
divinidades confusas y omnipotentes que podian realizar un milagro.
"Si conseguimos pasar el invierno--pensaba--sin que esto se rompa,
ique felicidad!"
Pero una manana, cual si fuese una construccion de arena igual a la
que levantan los ninos y demuelen a su capricho, las aguas se llevaron
ante sus ojos un extremo del dique sin concluir; luego lo partieron
como algo tierno y ductil, y finalmente las dos murallas subfluviales,
en las que se habian empleado cientos de hombres y miles de toneladas
de materia dura y en apariencia inconmovible, rodaron corriente abajo,
dejando fragmentos encallados en las orillas y las islas. Entonces
Robledo lloro.
--Cuatro anos de trabajo, iy el agua lo disuelve todo, como si fuese
azucar!... Cuatro anos de labor perdida... iy habra que empezar otra
vez!
Su compatriota el dueno del boliche se consideraba tan arruinado c
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