ese. Al
fin acabo por llorar, abrazandose a su padre. Luego, olvidando los
prejuicios de los dias normales, abrazo tambien a Watson y empezo a
besarlo.
El moceton, aturdido por estas caricias y asustado por las heridas
superficiales que notaba en el rostro de la joven, pregunto con
ansiedad:
--?Le he hecho dano, miss Rojas?... ?No es cierto que he tirado el
lazo menos mal que otras veces?...
Los dos le ayudaron a montar, y marcharon junto a su caballo con
direccion al rancho de la India Muerta.
Robledo y el comisario salieron a su encuentro, mostrando gran alegria
al reconocer a Celinda. Frente a las ruinas estaban los otros hombres
de la expedicion. Despues de curar a su modo a los dos cordilleranos
heridos, los vigilaban, asi como a Piola, hablando de conducirlos al
dia siguiente a la carcel de la capital del territorio.
Viendose entre amigos que celebraban con gozosas demostraciones su
liberacion, Celinda volvio a recobrar su caracter ligero y animoso.
Procuro ocultar su rostro para que Watson no viese mas tiempo las
desolladuras que lo desfiguraban; pero cuando de tarde en tarde volvia
sus ojos a el, estos tenian una expresion acariciante.
--?Le he hecho dano, miss Rojas?--dijo otra vez el joven con voz
suplicante, como si su emocion no le permitiera en aquellos momentos
preguntar otra cosa--. ?Verdad que no he tirado el lazo muy mal?...
Ella, despues de mirar a un lado y a otro para convencerse de que su
padre estaba lejos, dijo en voz baja, imitando el acento del
norteamericano:
--iGringo chapeton! igrandisimo torpe!... Si que me has hecho dano, y
el lazo lo tiras rematadamente mal... Pero de todos modos me
enganchaste con el, y como yo jure que solo asi conseguirias tenerme
otra vez... aqui me tienes.
Y avanzo los labios cual si pretendiese acariciarle desde lejos con su
sonrosado redondel, siendo este gesto una promesa de lo que haria
seguramente luego, cuando se viesen solos.
Entro la expedicion en la Presa al anochecer, despues de haber
descansado en la estancia de Rojas, donde esperaba Sebastiana. Esta,
al ver libre a su patroncita, prorrumpio en exclamaciones de gozo, que
se convirtieron poco despues en frases de indignacion por las lesiones
que Celinda tenia en su cara. El nombre de la marquesa se le escapo a
la mestiza en el curso de una furibunda palabreria, a pesar de las
recomendaciones de prudencia hechas en voz baja por Robledo. Al fin
acabo relatando a Rojas todo lo que sabia
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