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y creyendo que su intencion era aproximarse cautelosamente para que resultasen mas seguros sus disparos, siguio haciendo fuego. Ademas se servia de Celinda como de un escudo, colocandola ante su pecho. Pero los retorcimientos de la joven al pretender librarse de este brazo robusto que la mantenia prisionera hicieron desviar muchas veces su revolver. --iSi dispara un tiro mas, viejo, mato a su hija! Esta amenaza, unida a la consideracion de su impotencia, hizo que don Carlos se deslizase lentamente sobre la arena, sin atreverse a hacer fuego. Manos Duras parecio inquietarse de pronto por un nuevo peligro que presentia cerca de el, y miro avidamente a un lado y a otro. Pero el miedo al enemigo mas inmediato, que era el estanciero, hizo que no pensase mas que en este, continuando sus disparos. El otro enemigo invisible era Watson, que al escuchar los tiros habia echado pie a tierra para aproximarse al lugar de la lucha, marchando encorvado entre las asperas plantas que surgian del suelo arenoso. Por un momento tuvo la intencion de atacar a Manos Duras con su revolver, pero temio herir a Celinda, que continuaba forcejeando para librarse de su opresor. Luego fue hasta su cabalgadura, desatando de la silla el lazo regalado por la hija de Rojas. Llevandolo en su diestra dio un rodeo a traves de los matorrales, hasta venir a colocarse detras del gaucho. Esta corta marcha le produjo intensos dolores. Varias veces las ramas espinosas se engancharon en su hombro herido. Ademas, la duda le hizo temblar interiormente. ?Sabria valerse de esta arma primitiva?... Recordaba las risas de Flor de Rio Negro comentando su torpeza; pero al evocar igualmente los alegres paseos con ella y verla ahora en tan angustioso peligro, sintio renacer su dura voluntad. Las ensenanzas recibidas en su juventud, el espiritu metodico y practico de su raza, le reanimaron. "Lo que una persona hace, otra puede hacerlo tambien." Y recomendandose a las potencias misteriosas e imponderables que rigen nuestra existencia y a veces nos protegen con inexplicable predileccion, envio el lazo por el aire, casi sin mirar, confiandose a la suerte y a su instinto. Luego tiro de el, metiendose matorrales adentro, con un esfuerzo alegre y extraordinario al adivinar por la resistencia de la cuerda que el lazo habia hecho presa. Fue tan barbaro su gozo, que tiro con ambas manos, lanzando rugidos de dolor por el desgarramiento que sentia en su hombro herido.
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