hablaba
misteriosamente.
--Tambien podes vos hacer otra cosa--continuo Piola--. El padre ofrece
plata si le devolvemos la muchacha, y...
Pero no pudo continuar. Cerca de ellos, al otro lado de la esquina de
adobes, sono un tiro, acompanado de un grito. El amigo de Manos Duras
lanzo una blasfemia.
--Ya empieza el baile--dijo armando su rifle y corriendo hacia el
sitio donde habia sonado la detonacion.
Rojas acababa de disparar su revolver contra el hombre que le impedia
el paso. Este se habia fijado especialmente en Watson, pues por ser
mas joven, le infundia mayor cuidado, volviendo hacia el su carabina,
y don Carlos aprovecho el olvido en que le dejaba para sacar
cautelosamente su revolver, apuntando al pecho del cordillerano y
haciendo fuego.
Al caer este enemigo, Watson se inclino inmediatamente sobre el para
apoderarse de su arma.
Cuando Piola dio vuelta a la esquina, Rojas montaba ya en su caballo.
Por un sentimiento atavico de centauro de estancia, se consideraba mas
fuerte y mas seguro de este modo que a pie. Watson, forcejeando con
el herido acababa de arrancarle su rifle e iba a incorporarse; pero
vio que el bandolero andino le apuntaba por tenerlo mas cerca, y su
instinto le hizo encogerse, al mismo tiempo que sonaba la detonacion.
Gracias a este movimiento, el proyectil no le atraveso el pecho,
cortandole unicamente el hombro izquierdo, con una herida superficial.
El dolor le hizo soltar el rifle, permaneciendo acurrucado con una
mano en el hombro.
Su agresor dio unos pasos hacia el para que el segundo disparo
resultase mas certero, en el mismo instante que Manos Duras avanzaba
su cabeza fuera de la esquina del rancho, atraido por la pelea.
Vio a don Carlos, que, montado ya en el caballo, apuntaba con su
revolver a Piola. El saco igualmente el suyo del cinto para disparar
contra el estanciero, pero no pudo hacerlo. Tuvo que levantar el arma
al ver interponerse entre los dos al otro jinete andino que habia
quedado en observacion.
--iGente!... iMucha gente!--gritaba este hombre.
Los perros se presentaron detras de el, con violentos saltos de
retroceso y de avance, ladrando a un enemigo invisible.
A partir de este momento, los sucesos parecieron atropellarse unos a
otros, superponiendose con una velocidad irreal.
Manos Duras fue el mas agil para la accion. Corrio hacia su caballo,
que seguia rumiando la hierba sin asustarse de los tiros, como si
estas detonaciones fuesen ordinarias e
|