de satisfaccion con que le acogio.
El, por su parte, no tuvo menos contento al encontrarla, imaginandose
que la enviaba Federico para darle explicaciones sobre su huida. Tal
vez este hombre debil habia vuelto al lado de su mujer creyendo una
vez mas en sus mentirosas explicaciones.
--?La envia su patron?... ?Trae alguna carta de el?
Sebastiana acogio estas preguntas con una extraneza que hizo dilatarse
sus ojos oblicuos.
--?Que patron?... ?El marques?... No se nada de el. Yo creia que
estaba aqui. Vengo por otra cosa.
Se habia incorporado, suspirando fatigosamente al colocar su
corpulencia en sentido vertical, y dijo bajando el tono de su voz:
--No he podido dormir en toda la noche, y aqui estoy, don Manuel,
aguardandole para que me conteste una preguntita.
Acogio el ingeniero con una paciencia algo ironica esta consulta; pero
apenas la mestiza empezo a hablar, su rostro se transformo, prestando
una atencion reconcentrada a todas sus palabras.
Cuando hubo terminado el relato de lo visto y oido por ella en la
noche anterior, siguio diciendo:
--?Por que esa senorona y Manos Duras hablaron de mi antigua
patroncita?... ?Que tiene que ver con ellos mi paloma inocente?...
Como yo soy una zonza, que no puede entender muchas cosas, me he
dicho: "Voy a ver a don Robledo, el ingeniero, que lo sabe todo. El me
dira..."
Pero Robledo no la escuchaba. Parecia abstraido, y de pronto hizo un
gesto de asombro y de inquietud, como si acabase de descubrir una
temible verdad. Volvio la espalda a Sebastiana y anduvo velozmente
hacia el sitio de donde habia venido.
Quedo asombrada la mestiza viendo correr al ingeniero, cada vez mas
apresuradamente, como si sus palabras le hiciesen temer que podia
llegar tarde. Robledo, desde lejos, empezo a hacer signos y a dar
voces avisando a don Carlos y al comisario, que aun seguian su
conversacion en el mismo lugar. Los dos se miraron asombrados al oirle
decir con voz jadeante:
--iA caballo! Lo del aviso de la vaca fue una astucia de Manos Duras
para que usted abandonase su estancia. Me temo que algo malo puede
ocurrir a Celinda, y debemos ir alla cuanto antes. iCon tal que no
lleguemos tarde!...
Estas palabras y otras del ingeniero esparcieron la alarma despues de
los primeros momentos de estupefaccion.
Don Roque fue corriendo a su casa para armarse y montar a caballo. Sus
cuatro hombres, avisados por el, hicieron todo lo posible para
seguirle, pero solo tres lograron enc
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